12/05/2018, 19:30
Envuelta la chica en las telas, Kila colocó la etiqueta de sellado en ella. Luego, como si se tratase de un enorme saco de patatas, cada uno de los dos secuestradores la cargó por un extremo, acercándose a las escaleras del barco que bajaban al muelle.
Esperaron allí unos segundos tensos, mientras se cercioraban de que no había nadie en el muelle que pudiese verles, y bajaron a trompicones por las escaleras. Una vez descendidos, tiraron el bulto envuelto en telas sobre un carretilla a dos ruedas que presumiblemente había traído el chico con cicatriz, amontonado junto a otros pequeños sacos que parecían contener algún tipo de cultivo para disimular.
—Va, va —le apremió—. Ya sabes a dónde llevarla. Yo iré más tarde —le indicó, volviendo a subir por las escaleras.
Al subir de nuevo a la cubierta, y de camino al gran comedor, le llamó la atención un pequeño charquito que había en el suelo. ¿El charco de Kaido? No, uno compuesto de sangre. Justo donde había estado el cuerpo de Koe.
—Mierda, coño —farfulló, apresurándose a ponerse de rodillas y limpiarlo con un viejo trapo que llevaba anudado a la cintura.
El carrito con Koe, mientras tanto, se alejaba por el muelle a cada paso que el joven con cicatriz daba. A la vez, el Tiburón de Amegakure…
Esperaron allí unos segundos tensos, mientras se cercioraban de que no había nadie en el muelle que pudiese verles, y bajaron a trompicones por las escaleras. Una vez descendidos, tiraron el bulto envuelto en telas sobre un carretilla a dos ruedas que presumiblemente había traído el chico con cicatriz, amontonado junto a otros pequeños sacos que parecían contener algún tipo de cultivo para disimular.
—Va, va —le apremió—. Ya sabes a dónde llevarla. Yo iré más tarde —le indicó, volviendo a subir por las escaleras.
Al subir de nuevo a la cubierta, y de camino al gran comedor, le llamó la atención un pequeño charquito que había en el suelo. ¿El charco de Kaido? No, uno compuesto de sangre. Justo donde había estado el cuerpo de Koe.
—Mierda, coño —farfulló, apresurándose a ponerse de rodillas y limpiarlo con un viejo trapo que llevaba anudado a la cintura.
El carrito con Koe, mientras tanto, se alejaba por el muelle a cada paso que el joven con cicatriz daba. A la vez, el Tiburón de Amegakure…