12/05/2018, 23:40
A decir verdad, Kojima Karma era una optimista de campeonato. O quizá simplemente muy inocente. O que no se llevaba demasiado bien con los mapas. Porque no, terminar aquella tarea durante aquel día era una empresa que ni siquiera ninjas mucho más experimentados que ella lograrían hacer.
Ni de lejos.
La razón de ello era sencilla: el Lago de Shiona se encontraba en los antiguos restos de Konoha, a mínimo dos días de viaje a pie desde Uzushiogakure no Sato. Durante aquel día, a la kunoichi apenas le daría tiempo a llegar a la Planicie del Silencio, donde encontraría, ya al atardecer, una pequeña posada llamada: El Paso.
Dicha posada se encontraba pegada a una pequeña aldea de no más de diez casas desperdigadas por el territorio. Era un edificio pequeño, pero de dos pisos, y una pequeña columna de humo salía de su chimenea. Era la parada perfecta tras su larga travesía, de no ser por…
…los dos borrachos que estaban discutiendo fuera, junto a la entrada. Uno era bajito y gordo, de bigote poblado y mirada dura. El otro, todo lo contrario: tan alto y flacucho que parecía un palo. Parecían a punto de llegar a las manos, y se encontraban justo frente a la puerta. De Karma querer pasar, tendría que conseguir que se apartasen… de un modo u otro. ¿O quizá era mejor buscar otra posada donde dormir?
El sol estaba cayendo, pero quizá todavía quedase tiempo antes de que anocheciese…
Ni de lejos.
La razón de ello era sencilla: el Lago de Shiona se encontraba en los antiguos restos de Konoha, a mínimo dos días de viaje a pie desde Uzushiogakure no Sato. Durante aquel día, a la kunoichi apenas le daría tiempo a llegar a la Planicie del Silencio, donde encontraría, ya al atardecer, una pequeña posada llamada: El Paso.
Dicha posada se encontraba pegada a una pequeña aldea de no más de diez casas desperdigadas por el territorio. Era un edificio pequeño, pero de dos pisos, y una pequeña columna de humo salía de su chimenea. Era la parada perfecta tras su larga travesía, de no ser por…
…los dos borrachos que estaban discutiendo fuera, junto a la entrada. Uno era bajito y gordo, de bigote poblado y mirada dura. El otro, todo lo contrario: tan alto y flacucho que parecía un palo. Parecían a punto de llegar a las manos, y se encontraban justo frente a la puerta. De Karma querer pasar, tendría que conseguir que se apartasen… de un modo u otro. ¿O quizá era mejor buscar otra posada donde dormir?
El sol estaba cayendo, pero quizá todavía quedase tiempo antes de que anocheciese…