13/05/2018, 12:22
De vuelta en su hogar, la kunoichi, además de tomar los suministros antes citados, comprobó un viejo mapa forrado en cuero que llevaba rondando por la casa desde que era una niña. El documento le ocasionaba malos recuerdos, pero necesitaba echarle un vistazo o se arriesgaba a perderse. Nacida en Uzugakure, Karma no había gozado de demasiadas oportunidades para ver el mundo exterior, ni siquiera los parajes de su propio país. Aquello iba a cambiar con su vida como ninja.
Fue entonces que la dura realidad la asaltó como si su padre hubiera vuelto de la tumba para darle un golpe más. El lago al que debía desplazarse quedaba, como mínimo, a dos días de viaje a pie. Teniendo en cuenta que la pelivioleta no contaba con montura o técnica alguna con la que reducir —o eliminar— esa estimación, sus esperanzas se hicieron añicos.
«Oh no... será mejor que tome más agua y algo de comer, supongo...», se dijo, machacada, a pesar de que aún ni había comenzado el viaje. La vida del ninja es dura, sin lugar a dudas.
***
La luz del primer día iba menguando. Las pantorillas de la Kojima ardían como si hubieran estado dentro de una forja durante horas. Apenas alcanzó la Llanura del Silencio cuando no podía más. Su respiración era entrecortada y su perspiración solo había empeorado. La mochila a su espalda —que portaba comida empaquetada, un par de botellas de agua, un saco de dormir, un trapo y un cubo en el exterior, con su asa unida al petate con un cordel— pesaba como si fuese una roca de 100 kilos.
Cuando la Kojima se topó con el pintoresco pueblecito deseó con todas sus fuerzas que hubiese una posada donde pasar la noche. Como si los dioses respondieran a sus plegarias, la muchacha vislumbró el cartel de "El Paso" a lo lejos. Aceleró el ritmo, casi atreviéndose a sonreír. Sin embargo casi todo tiene una pega en esta vida, en este caso se trataba de los dos caballeros bloqueando la entrada, haciendo gala de una falta de educación bien patente.
La pelivioleta se detuvo frente al cómico dúo, tratando de dar con un hueco por el que escabullirse al interior, pero no había manera.
—Disculpen... —se atrevió a articular—. ¿Les importaría dejarme pasar?