13/05/2018, 18:27
Los ojos inconfundiblemente ebrios de los dos hombres se pararon en la muchacha, interrumpiendo momentáneamente su discusión. Parecía que a los dos les costaba enfocar la mirada en ella.
—Takai, ¿no la hash oído? Deja pashar a la niña —farfulló entonces el bajito, con un grave problema para pronunciar las eses.
—Ya la iba a dejar pazar, Chizai. Y no ez una niña, palurdo, ez una kunoichi. —El grado de alcohol que tenía en las venas parecía que tampoco ayudaba a aquel hombre a pronunciar mejor.
—¿A quién coño llamash tu palurdo? ¡¿Eh?!
—A ti, ¡paiazo!
Y así, la breve tregua que había logrado convocar Karma se vino abajo para entrar de nuevo en una discusión sin sentido. De los insultos pasaron a las recriminaciones, esas pullas del pasado, aparentemente olvidadas, que solo se soltaban cuando uno estaba borracho. El alto acusaba al bajo de haberle quitado la chica que le gustaba de crío. El bajo acusaba al alto de haberle siempre dejado en evidencia frente a la chica que a él le gustaba cuando eran niños, haciendo mofa de su falta de estatura. Y así, sin descanso, se cruzaba un puñal verbal tras otro.