13/05/2018, 20:40
Así pues, Kaido se embarcó en uno de sus típicos viajes de cacería. Haciendo uso de uno de los dones conferidos por su ventaja genética para sumirse en la persecución de un aroma, sutil y apenas perceptible, que dejaba rastros inconfundibles a través de toda Taikarune. Una ciudad que no conocía en lo absoluto y que gracias a su capacidad de tiburón, podía franquear como el más experto de los cazadores.
Tras sendos desvíos serpenteantes, cruces, y variaciones del camino, el gyojin se encontró de lleno con un conjunto de almacenes que, idénticos los unos a los otros, hacían las veces de depósito. Alguno se encontraba abierto con par de trabajadores haciendo sus labores, aunque uno en particular —aparentemente cerrado, como no podía ser de otra forma—, llamó nuevamente su atención.
Del interior de aquel edificio se expedía el aroma de Koe. Tenía que estar ahí adentro.
«Joder, y yo que creí que todo este asunto sería pan comido» —meditó, a medida que circunvalaba el área en anonimato, sin dejarse ver por los trabajadores. Observando, buscando un acceso que por muy estrecho que fuera, le sirviera para adentrarse hasta el edificio—. «tengo que rescatarla rápido, o Kila se aprovechará de mi jodida ausencia. Vamos, hijo de perra, ¿dónde coño te escondes?»
Si encontraba o no la más efímera de las rendijas, dependía de la suerte, que caprichosa, apostaba por lo general a por el mejor postor. Lo que no estaba en manos de los dados del destino sería su capacidad de infiltración, una que podría realizar con tan sólo convertir su cuerpo en agua nuevamente, mientras escabullía sus propias mareas a través de algún espacio oportuno.
Tras sendos desvíos serpenteantes, cruces, y variaciones del camino, el gyojin se encontró de lleno con un conjunto de almacenes que, idénticos los unos a los otros, hacían las veces de depósito. Alguno se encontraba abierto con par de trabajadores haciendo sus labores, aunque uno en particular —aparentemente cerrado, como no podía ser de otra forma—, llamó nuevamente su atención.
Del interior de aquel edificio se expedía el aroma de Koe. Tenía que estar ahí adentro.
«Joder, y yo que creí que todo este asunto sería pan comido» —meditó, a medida que circunvalaba el área en anonimato, sin dejarse ver por los trabajadores. Observando, buscando un acceso que por muy estrecho que fuera, le sirviera para adentrarse hasta el edificio—. «tengo que rescatarla rápido, o Kila se aprovechará de mi jodida ausencia. Vamos, hijo de perra, ¿dónde coño te escondes?»
Si encontraba o no la más efímera de las rendijas, dependía de la suerte, que caprichosa, apostaba por lo general a por el mejor postor. Lo que no estaba en manos de los dados del destino sería su capacidad de infiltración, una que podría realizar con tan sólo convertir su cuerpo en agua nuevamente, mientras escabullía sus propias mareas a través de algún espacio oportuno.