14/05/2018, 16:33
Parecía que la discusión iba a continuar hasta el Armagedón, un hecho que no hacía en absoluto feliz a Karma. La joven estaba barajando la idea de desistir y buscar otra posada en la que alojarse cuando el dúo terminó poniéndose de acuerdo. Igual sí que era el fin del mundo, después de todo. Así pues, los dos hombres se fueron a llevar a cabo la partida sugerida por la kunoichi, liberando el paso.
La pelivioleta suspiró de alivio. Al eliminar los "obstáculos" fue recompensada con una noche de paz, tranquilidad y un bien merecido descanso.
Karma prosiguió con su viaje a pesar de que cada equivocación le producía unas penosas ganas de tirar la toalla y retornar a la villa. Así menguó el segundo día de sus peripecias como ninja de servicio.
Cuando el sol ya amenazaba con retirarse y dejar a los pobres diablos que habitaban el mundo sin luz, la muchacha se topó con otro poblado. «Justo a tiempo», se dijo, aliviada. Imitando sus acciones del día anterior, la uzujin buscó la posada local.
Fue en las inmediaciones de la susodicha que la fémina se topó con una estampa de lo más curiosa. Un zagal falto de vergüenza estaba llevando a cabo un acto vandálico en la fachada de la posada. «No es asunto mío...», argumentó Karma con indiferencia, sin ánimos de intervenir. Mas las intenciones de la kunoichi cambiaron cuando leyó lo que había quedado escrito en la pared. «¡¿El mata ninjas?! ¿Qué le pasa a este crío?». Terminó torciendo el gesto.
La Kojima se aproximó al individuo. A lo largo del trayecto le dijo:
—Oye, chico —se detuvo a unos dos metros de él—. ¿Qué estás haciendo?
La pelivioleta suspiró de alivio. Al eliminar los "obstáculos" fue recompensada con una noche de paz, tranquilidad y un bien merecido descanso.
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Karma prosiguió con su viaje a pesar de que cada equivocación le producía unas penosas ganas de tirar la toalla y retornar a la villa. Así menguó el segundo día de sus peripecias como ninja de servicio.
Cuando el sol ya amenazaba con retirarse y dejar a los pobres diablos que habitaban el mundo sin luz, la muchacha se topó con otro poblado. «Justo a tiempo», se dijo, aliviada. Imitando sus acciones del día anterior, la uzujin buscó la posada local.
Fue en las inmediaciones de la susodicha que la fémina se topó con una estampa de lo más curiosa. Un zagal falto de vergüenza estaba llevando a cabo un acto vandálico en la fachada de la posada. «No es asunto mío...», argumentó Karma con indiferencia, sin ánimos de intervenir. Mas las intenciones de la kunoichi cambiaron cuando leyó lo que había quedado escrito en la pared. «¡¿El mata ninjas?! ¿Qué le pasa a este crío?». Terminó torciendo el gesto.
La Kojima se aproximó al individuo. A lo largo del trayecto le dijo:
—Oye, chico —se detuvo a unos dos metros de él—. ¿Qué estás haciendo?