15/05/2018, 19:20
La bala de aire arremetió en contra de la puerta, dejando un agujero dónde debería estar la cerradura y rompiendo el madero que servía cómo seguro. Hubo unos cuantos gritos de susto por las astillas que volaron, pero por suerte estas no llegaron a lastimar a nadie. La fuerza hizo que el portón derecho se abriese, dejando una brecha para poder pasar. En cuanto Etsu se asomase al interior podría ver a dos mujeres de ropas campiranas, abrazando a un grupo de aproximadamente doce niños. Sin embargo, aquellos no eran los únicos atrapados ahí, ya que había un pequeño rebaño de ovejas de lana negra, amontonado alrededor del grupo.
—¡Por los dioses, gracias al cielo!— Dijo una de las mujeres, de cabello castaño y ojos grandes miel. —Shinobi-san, debemos sacar de aquí a los niños y a nuestros animales— Rogó con lágrimas y una sonrisa en el rostro.
—Niños, ¡tómense de la mano y no se alteren, vamos a salir de aquí!— Dijo la otra mujer, de cabellera rubia y ondulada con ojos negros y profundos. —Confiamos en ti para que nos guíes— Alzó su vista, buscando con la miarada y un semblante lleno de seguridad al joven Inuzuka.
No demasiado lejos de ahí, nuestro querido tuerto avanzaba entre el humo y las cenizas, tosiendo y respirando con dificultad, pero sin ceder en ningún momento ante la presión. "Maldita sea, lo último que necesito es ser más estorbo que ayuda." Reflexionaba mientras trataba de distinguir un camino ante su precario campo visual. "¡Ahí!" Una brecha dónde el fuego había disminuido, permitiendo el paso hacia la zona agrícola dónde ya se estaba efectuando el rescate. "Ya casi." Probablemente cuando el de cabellos bicolor llegase, el ojiverde ya abría empezado a movilizar a los afectados.
—¡Por los dioses, gracias al cielo!— Dijo una de las mujeres, de cabello castaño y ojos grandes miel. —Shinobi-san, debemos sacar de aquí a los niños y a nuestros animales— Rogó con lágrimas y una sonrisa en el rostro.
—Niños, ¡tómense de la mano y no se alteren, vamos a salir de aquí!— Dijo la otra mujer, de cabellera rubia y ondulada con ojos negros y profundos. —Confiamos en ti para que nos guíes— Alzó su vista, buscando con la miarada y un semblante lleno de seguridad al joven Inuzuka.
No demasiado lejos de ahí, nuestro querido tuerto avanzaba entre el humo y las cenizas, tosiendo y respirando con dificultad, pero sin ceder en ningún momento ante la presión. "Maldita sea, lo último que necesito es ser más estorbo que ayuda." Reflexionaba mientras trataba de distinguir un camino ante su precario campo visual. "¡Ahí!" Una brecha dónde el fuego había disminuido, permitiendo el paso hacia la zona agrícola dónde ya se estaba efectuando el rescate. "Ya casi." Probablemente cuando el de cabellos bicolor llegase, el ojiverde ya abría empezado a movilizar a los afectados.