16/05/2018, 17:21
Al principio el musgo se resistió de una forma similar al grafiti, lo que preocupó a Karma. Afortunadamente, sus esfuerzos terminaron dando fruto. Continuó trabajando, eliminando las plantillas poco a poco, a la par que silbaba una canción que recordaba de su infancia. Acabó dando con un hallazgo que no esperaba: una misteriosa dedicatoria rallada en la roca de la estatua.
«¿Uchiha Haskoz? ¿Qué tiene que ver con la Uzukage? Bueno, no es llamativa ni de mal gusto, a diferencia de la pintada, así que supongo que no pasa nada por dejarla aquí. Tampoco podría restaurar la roca aunque quisiese, a fin de cuentas», concluyó. Preguntaría a su sensei sobre el tal Haskoz si se acordaba. Mientras tanto, tenía una tarea entre manos.
Se alzó y retiró el sudor que reposaba sobre su frente. Estaba cansada; su respiración lo delataba. Vaya una paliza se estaba pegando, pero así era la vida del ninja, ¿no?
Le había llegado el turno a los excrementos de pájaro. Karma tomó el paño y el cubo y continuó con su tediosa tarea.