16/05/2018, 17:55
Karma terminó maldiciendo a su figura —tan carente de fuerza— cuando algunas de las deposiciones aviares más duras se resistieron a ser retiradas del brazo derecho de Shiona.
Finalmente la fémina logró llevarse el gato al agua. El aspecto actual del monumento no tenía nada que ver con el anterior, ese que tenía cuando Karma acababa de llegar. Sin embargo la pelivioleta todavía no estaba satisfecha, motivo por el que se tomó la molestia de darle una ligera revisión al resto de la anatomía de la Uzukage con su paño húmedo. Karma era más implicada de lo que su actitud habitual tendía a delatar.
Acto seguido, agotada, optó tomarse un respiro. Se sentó a los pies de la estatua, apoyándose sobre la base de esta. De su mochila sacó una pequeña caja de madera amarronada que contenía un bentō compuesto por arroz hervido y carne sazonada. Lo degustó con palillos y lo acompañó con agua proveniente de una cantimplora.
—Lo siento mucho, Uzukage-sama —le dijo a Shiona con la mirada perdida en el horizonte—. La he limpiado lo mejor que he podido. Pensaré algo para quitarle esa pintada.
Una idea ya rondaba su joven mente, de hecho. Al acabar con su almuerzo, la kunoichi tomaría todas sus posesiones, las guardaría de vuelta en la mochila y —si no ocurría nada que se lo impidiese— volvería a aquella aldea cercana al lago, a la posada.
«Espero que tengan vinagre. Eso podría ser suficiente para eliminar el grafiti, si es que el niñato ese no lo ha escrito con Fūinjutsu o algo...».
Finalmente la fémina logró llevarse el gato al agua. El aspecto actual del monumento no tenía nada que ver con el anterior, ese que tenía cuando Karma acababa de llegar. Sin embargo la pelivioleta todavía no estaba satisfecha, motivo por el que se tomó la molestia de darle una ligera revisión al resto de la anatomía de la Uzukage con su paño húmedo. Karma era más implicada de lo que su actitud habitual tendía a delatar.
Acto seguido, agotada, optó tomarse un respiro. Se sentó a los pies de la estatua, apoyándose sobre la base de esta. De su mochila sacó una pequeña caja de madera amarronada que contenía un bentō compuesto por arroz hervido y carne sazonada. Lo degustó con palillos y lo acompañó con agua proveniente de una cantimplora.
—Lo siento mucho, Uzukage-sama —le dijo a Shiona con la mirada perdida en el horizonte—. La he limpiado lo mejor que he podido. Pensaré algo para quitarle esa pintada.
Una idea ya rondaba su joven mente, de hecho. Al acabar con su almuerzo, la kunoichi tomaría todas sus posesiones, las guardaría de vuelta en la mochila y —si no ocurría nada que se lo impidiese— volvería a aquella aldea cercana al lago, a la posada.
«Espero que tengan vinagre. Eso podría ser suficiente para eliminar el grafiti, si es que el niñato ese no lo ha escrito con Fūinjutsu o algo...».