17/05/2018, 14:29
En cierto sentido, cada visita al despacho de Amekoro Yui era como girar una rueda de la fortuna. Había diferentes premios, en el mejor de los casos la mujer iba a estar ocupada y no iba a poder atenderte, pero las malas lenguas decían que en un mal día uno podía terminar siendo arrojado por el balcón del despacho. Manase Mogura se acercó hasta la rueda y la hizo girar.
—Buenos días, Arashikage-sama.
Fueron las palabras que el médico dejó escapar de sus labios para luego realizar una marcada reverencia. Esperó un par de segundos antes de levantar la mirada hacía el escritorio, donde podría apreciar la cantidad de papeles que había encima.
«No parece una actividad de la que disfrute.»
¿Sería eso una buena señal para tratar el tema por el cuál había ido?
—Me habría presentado antes pero precisaba descansar un poco después regresar a la aldea.
—Buenos días, Arashikage-sama.
Fueron las palabras que el médico dejó escapar de sus labios para luego realizar una marcada reverencia. Esperó un par de segundos antes de levantar la mirada hacía el escritorio, donde podría apreciar la cantidad de papeles que había encima.
«No parece una actividad de la que disfrute.»
¿Sería eso una buena señal para tratar el tema por el cuál había ido?
—Me habría presentado antes pero precisaba descansar un poco después regresar a la aldea.
Hablo - Pienso