17/05/2018, 18:59
(Última modificación: 17/05/2018, 19:28 por Uchiha Akame.)
Inokichi hizo un mohín ante la pregunta de la kunoichi, y si por él hubiese sido se habría disuelto en agua en ese mismo momento. «Por desgracia para ti, muchacho, todavía no dominas esa habilidad». Akame le retorció otra vez la oreja, con mayor crueldad, y el chico gritó. La tenía roja, excepto la parte apresada por los dedos del Uchiha, que se había quedado blanca. Sin embargo, los ojos del jōnin estaban fijos en su alumna.
—¿Que cómo se castiga? Bueno, bueno... —dramatizó un gesto que simulaba ser pensativo—. La verdad es que eso importa de poco ahora, ¿sabes, Karma-san? —admitió Akame—. Porque soy jōnin.
El Uchiha se señaló la placa dorada que llevaba al hombro con la mano libre.
—Eso significa que puedo hacer toda clase de cosas horribles con total impunidad. ¿Lo entiendes?
Conforme hablaba, Akame parecía adoptar un tono mucho más siniestro, casi sádico. Inokichi había empezado a gemir lastimeramente, claramente superado por las circunstancias; ni en sus peores pesadillas se podía imaginar lo que aquel demonio de ojos rojos era capaz de hacerle.
—Tienes total libertad para elegir la suerte de este pobre diablo, Karma-san. Este pervertido que sin duda habrá disfrutado de lo lindo espiándote. ¿Eres consciente de que las imágenes que han quedado grabadas en su retina nunca desaparecerán? Siempre recordará haberte visto... En tu intimidad.
»Así que dime, Karma-san... ¿Qué debería hacer con él?
—¿Que cómo se castiga? Bueno, bueno... —dramatizó un gesto que simulaba ser pensativo—. La verdad es que eso importa de poco ahora, ¿sabes, Karma-san? —admitió Akame—. Porque soy jōnin.
El Uchiha se señaló la placa dorada que llevaba al hombro con la mano libre.
—Eso significa que puedo hacer toda clase de cosas horribles con total impunidad. ¿Lo entiendes?
Conforme hablaba, Akame parecía adoptar un tono mucho más siniestro, casi sádico. Inokichi había empezado a gemir lastimeramente, claramente superado por las circunstancias; ni en sus peores pesadillas se podía imaginar lo que aquel demonio de ojos rojos era capaz de hacerle.
—Tienes total libertad para elegir la suerte de este pobre diablo, Karma-san. Este pervertido que sin duda habrá disfrutado de lo lindo espiándote. ¿Eres consciente de que las imágenes que han quedado grabadas en su retina nunca desaparecerán? Siempre recordará haberte visto... En tu intimidad.
»Así que dime, Karma-san... ¿Qué debería hacer con él?