17/05/2018, 23:16
Nada más oír la voz de la kunoichi —formando su apodo—, el crío dio un brinco en el sitio, sin poder dejar escapar un chillido agudo. Tras darse la vuelta, pareció mirar a un lado y a otro para elegir la mejor ruta de escape.
El perro, mientras tanto, se acercó a Karma y se puso de pie, apoyando sus dos patitas delanteras en las piernas de ella. Fue entonces cuando la kunoichi le pidió que no se preocupase, que no iba a hacerle nada.
El chico pareció dudar.
—Y… ¿Y qué quieres? —farfulló, sin ser capaz de mantenerle la mirada por mucho tiempo. La bandana que llevaba en la frente le intimidaba demasiado.
El perro, mientras tanto, se acercó a Karma y se puso de pie, apoyando sus dos patitas delanteras en las piernas de ella. Fue entonces cuando la kunoichi le pidió que no se preocupase, que no iba a hacerle nada.
El chico pareció dudar.
—Y… ¿Y qué quieres? —farfulló, sin ser capaz de mantenerle la mirada por mucho tiempo. La bandana que llevaba en la frente le intimidaba demasiado.