18/05/2018, 15:18
Karma seguía sin escuchar nada fuera de lo normal, pero Keisuke no parecía dispuesto a apaciguar sus sospechas de que algo inusual estaba ocurriendo en las proximidades. La kunoichi se dedicó a buscar con la mirada una librería o cualquier tipo de establecimiento donde uno pudiese adquirir ejemplares, pero el pelirrojo, ni corto ni perezoso, la llevó en contra de su voluntad hacia un destino desconocido.
—¡O-Oye! —profirió de inmediato la joven, tan indignada como sorprendida—. ¡¿Qué haces?!
Mas el joven no paró de tirar de ella. Debilucha por naturaleza, la pelivioleta se vio obligada a dejarse llevar.
Fue así que se toparon de bruces con una estampada peliaguda. Alguien tendido sobre el suelo, malherido o puede que incluso muerto; a su vera una mujer, pidiendo auxilio. «El chico este tenía razón. Vaya, tiene buen oído», pensó Karma, ligeramente impresionada.
—¡Suéltame! —exigió—. Veré qué puedo hacer por él, tengo algo de entrenamiento médico.
—¡O-Oye! —profirió de inmediato la joven, tan indignada como sorprendida—. ¡¿Qué haces?!
Mas el joven no paró de tirar de ella. Debilucha por naturaleza, la pelivioleta se vio obligada a dejarse llevar.
Fue así que se toparon de bruces con una estampada peliaguda. Alguien tendido sobre el suelo, malherido o puede que incluso muerto; a su vera una mujer, pidiendo auxilio. «El chico este tenía razón. Vaya, tiene buen oído», pensó Karma, ligeramente impresionada.
—¡Suéltame! —exigió—. Veré qué puedo hacer por él, tengo algo de entrenamiento médico.