27/05/2018, 15:50
—A mi lado —pidió Kila, desconfiada. Kaido, por supuesto, prefería eso que tener que ir delante, así que no tuvo reparo alguno en aceptar.
—A tu lado —zanjó, poniéndose a la par de la mujer, aún con sus sentidos en guardia. Finalmente, dieron marcha.
Aquel par de enemigos, unidos por una tregua tan frágil como la porcelana, avanzaron a través de la ciudad. Una Taikarune que mostraba vívidos retazos de fiesta y celebración, haciendo honor a las echas y al festival y cuyas calles yacían ataviadas de numerosos locales de comida y venta de artilugios conmemorativos. El escualo se permitió echar un ojo a cada carromato que dejaba atrás, esperando de corazón que ninguno de ellos fuera algún amigazo de aquel despiadado dragón que había calcinado a patadas al difunto compañero de Kila.
—¿Por qué estás tan azul? ¿Es que no te da el sol donde vives?
—Esa historia la suelo dejar para las segundas citas, guapa.
La continuación del trayecto les llevó finalmente hasta un par de cruces en callejones aledaños, que terminaron llevándoles hasta un edificio de tres plantas, adornado por un cartel de letras rojas. El Conejo de la Suerte, brillaba, al que Kaido se adentró en primer lugar. Tras él, la mujer. De más está decir que Kaido sabía de esa clase de tugurios, que no era sino una especie de putero con clase, por decirlo de alguna manera. Numerosas mujeres vestían prendas que sugerían a la imaginación y, por las horas, parecía estar un tanto vacío.
Kaido acompañó a Kila hasta uno de los asientos, víctima de las miradas furtivas de las empleadas. Poco después, una cincuentona apareció para atenderles. O, bien como se viera, para advertirles.
—Te dije que no quería problemas
—Solo vine con un amigo. A mí tráeme lo de siempre.
—Lo mismo que ella —añadió, uniendo sus manos y apoyando los codos sobre la mesa. Entonces miró a Kila con una seriedad que poco le caracterizaba, pero que era intrínsecamente necesaria dadas las circunstancias que envolvían aquella reunión tan clandestina. Carraspeó la garganta y habló, sólo cuando la mujer se hubiera largado a preparar sus tragos—. y bien, Kila. Quitémonos las caretas por un momento y tratemos de ser civilizados. Tú eres como yo, ambos sabemos que ninguno va a decir nada si el otro no demuestra ser de confianza antes, así que te voy a ahorrar el show de cuaima ardida y voy a empezar, para que veas que estoy aquí para ayudar. Para ayudarte a ti también.
Se inclinó hacia ella para hacer de sus revelaciones una conversación bilateral. Que nadie pudiera escuchar nada.
»No soy un viajero ermitaño que va de ciudad en ciudad para ganarse la vida, creo que ya te habrás dado cuenta de eso. No soy bartender, por obvias razones, y no he ganado la competencia porque mi trago haya sido un éxito. Era una mierda. La he ganado porque sencillamente así estaba arreglado. Ahora, si comienzas a unir los puntos, podrás ir entendiendo un poco acerca de por qué estoy yo metido hasta el fondo en toda esta mierda, coincidiendo además con lo que estáis haciendo vosotros. Tú, y esa gente. Así que por qué no mejor me cuentas qué queréis con Kano y Baratie, y además, por qué le has entregado a su sobrina en bandeja de plata a ese tipo. Al jodido dragón. ¿Quién coño es él, y por que le ha dado una somanta de patadas a tu colega hasta matarlo?
—A tu lado —zanjó, poniéndose a la par de la mujer, aún con sus sentidos en guardia. Finalmente, dieron marcha.
Aquel par de enemigos, unidos por una tregua tan frágil como la porcelana, avanzaron a través de la ciudad. Una Taikarune que mostraba vívidos retazos de fiesta y celebración, haciendo honor a las echas y al festival y cuyas calles yacían ataviadas de numerosos locales de comida y venta de artilugios conmemorativos. El escualo se permitió echar un ojo a cada carromato que dejaba atrás, esperando de corazón que ninguno de ellos fuera algún amigazo de aquel despiadado dragón que había calcinado a patadas al difunto compañero de Kila.
—¿Por qué estás tan azul? ¿Es que no te da el sol donde vives?
—Esa historia la suelo dejar para las segundas citas, guapa.
La continuación del trayecto les llevó finalmente hasta un par de cruces en callejones aledaños, que terminaron llevándoles hasta un edificio de tres plantas, adornado por un cartel de letras rojas. El Conejo de la Suerte, brillaba, al que Kaido se adentró en primer lugar. Tras él, la mujer. De más está decir que Kaido sabía de esa clase de tugurios, que no era sino una especie de putero con clase, por decirlo de alguna manera. Numerosas mujeres vestían prendas que sugerían a la imaginación y, por las horas, parecía estar un tanto vacío.
Kaido acompañó a Kila hasta uno de los asientos, víctima de las miradas furtivas de las empleadas. Poco después, una cincuentona apareció para atenderles. O, bien como se viera, para advertirles.
—Te dije que no quería problemas
—Solo vine con un amigo. A mí tráeme lo de siempre.
—Lo mismo que ella —añadió, uniendo sus manos y apoyando los codos sobre la mesa. Entonces miró a Kila con una seriedad que poco le caracterizaba, pero que era intrínsecamente necesaria dadas las circunstancias que envolvían aquella reunión tan clandestina. Carraspeó la garganta y habló, sólo cuando la mujer se hubiera largado a preparar sus tragos—. y bien, Kila. Quitémonos las caretas por un momento y tratemos de ser civilizados. Tú eres como yo, ambos sabemos que ninguno va a decir nada si el otro no demuestra ser de confianza antes, así que te voy a ahorrar el show de cuaima ardida y voy a empezar, para que veas que estoy aquí para ayudar. Para ayudarte a ti también.
Se inclinó hacia ella para hacer de sus revelaciones una conversación bilateral. Que nadie pudiera escuchar nada.
»No soy un viajero ermitaño que va de ciudad en ciudad para ganarse la vida, creo que ya te habrás dado cuenta de eso. No soy bartender, por obvias razones, y no he ganado la competencia porque mi trago haya sido un éxito. Era una mierda. La he ganado porque sencillamente así estaba arreglado. Ahora, si comienzas a unir los puntos, podrás ir entendiendo un poco acerca de por qué estoy yo metido hasta el fondo en toda esta mierda, coincidiendo además con lo que estáis haciendo vosotros. Tú, y esa gente. Así que por qué no mejor me cuentas qué queréis con Kano y Baratie, y además, por qué le has entregado a su sobrina en bandeja de plata a ese tipo. Al jodido dragón. ¿Quién coño es él, y por que le ha dado una somanta de patadas a tu colega hasta matarlo?