27/05/2018, 17:17
—Todo tuyo, Karma-san.
La fémina ancló su mirada sobre el filo, oculto hasta hacía unos meros momentos, que aguardaba en la diestra de Akame. Su respiración se agitó. Algo dentro de ella, oscuro como un oni, deseaba tomar el kunai y convertir su sádica afirmación en hechos; pero por otro lado, tenía miedo. «N-No debería... ¿está bien que le haga algo así a un compañero de academia...? ¿Está Akame-sensei hablando en serio...?».
Había agarrado el mango de forma inconsciente. Los sentidos de Karma se vieron sobrecargados por una dualidad de sensaciones: excitación y temor. Alzó el cuchillo poco a poco, aproximándolo al ojo derecho del genin. Para la pelivioleta era como estar viendo una obra de teatro, como si fuese una espectadora externa, ajena —e impune, exenta de pecado disfrutase o no del espectáculo—. Como si se encontrase en un estado de ensoñación, sabía lo que estaba haciendo pero no lo sabía.
«Malditos sean todos los que se aprovechan de mí... No deberías de haber dejado que te descubrieran, Inokichi-san... inútil, eres un inútil». Sonrió.
Los fríos dedos de Karma se cerraron con firmeza. La punta del arma estaba ya muy cerca de la pupila ajena, quieta, expectante. Murieron unos instantes.
Con un movimiento de brazo y muñeca hundió el kunai sobre el globo ocular...
La fémina ancló su mirada sobre el filo, oculto hasta hacía unos meros momentos, que aguardaba en la diestra de Akame. Su respiración se agitó. Algo dentro de ella, oscuro como un oni, deseaba tomar el kunai y convertir su sádica afirmación en hechos; pero por otro lado, tenía miedo. «N-No debería... ¿está bien que le haga algo así a un compañero de academia...? ¿Está Akame-sensei hablando en serio...?».
Había agarrado el mango de forma inconsciente. Los sentidos de Karma se vieron sobrecargados por una dualidad de sensaciones: excitación y temor. Alzó el cuchillo poco a poco, aproximándolo al ojo derecho del genin. Para la pelivioleta era como estar viendo una obra de teatro, como si fuese una espectadora externa, ajena —e impune, exenta de pecado disfrutase o no del espectáculo—. Como si se encontrase en un estado de ensoñación, sabía lo que estaba haciendo pero no lo sabía.
«Malditos sean todos los que se aprovechan de mí... No deberías de haber dejado que te descubrieran, Inokichi-san... inútil, eres un inútil». Sonrió.
Los fríos dedos de Karma se cerraron con firmeza. La punta del arma estaba ya muy cerca de la pupila ajena, quieta, expectante. Murieron unos instantes.
Con un movimiento de brazo y muñeca hundió el kunai sobre el globo ocular...