27/05/2018, 18:20
—Kaido. Ese es mi nombre. ¿El tuyo es Kila, acaso?
—A veces —respondió, escueta.
Una vuelta, dos vueltas, tres vueltas… Kila enrollando el pelo en su dedo. Se liberaba del nudo, y volvía a enrollarlo. Una vuelta, dos vueltas, tres vueltas… Sus ojos, más allá de Kaido y del biombo de papel que había a su espalda. Su mente, lejos, muy lejos.
Una vuelta, dos vueltas, tres vueltas...
—No vas a beberte eso, ¿verdad? —preguntó. Habían pasado varios minutos en silencio. Sin esperar su respuesta, tomó el vaso y, tras ejecutar la misma técnica de antes, se lo engulló de otro trago—. Katame —le reveló entonces, dejando el vaso en la mesa—. El hombre al que llamas dragón, es Katame —sus ojos de color ámbar se desplazaron hasta la puerta, y de ahí hasta la barra. Todo seguía igual. Solo entonces continuó:—. Pertenece a una banda de la Capital del País del Agua, llamada… —Kila se inclinó hacia él y bajó todavía más la voz, susurrándole al oído:—, Dragón Rojo. Le contó a una amiga mía que trabaja aquí —a Kaido no le costaría imaginarse qué tipo de trabajo estaba realizando y en qué circunstancias se había ido de la lengua el hombre—, que estaba en busca de una gran embarcación. ¿Empiezas a atar cabos? Por estos lares no hay embarcación más grande que la de Baratie. Pero Shenfu Kano jamás la vendería ni se prestaría a los chanchullos que Katame le ofrecía, así que…
Dudó.
—Si no fuese por mí, Kaido, igual ahora estarían todos muertos. Pon eso en tu jodido informe, ¿quieres?
—A veces —respondió, escueta.
Una vuelta, dos vueltas, tres vueltas… Kila enrollando el pelo en su dedo. Se liberaba del nudo, y volvía a enrollarlo. Una vuelta, dos vueltas, tres vueltas… Sus ojos, más allá de Kaido y del biombo de papel que había a su espalda. Su mente, lejos, muy lejos.
Una vuelta, dos vueltas, tres vueltas...
—No vas a beberte eso, ¿verdad? —preguntó. Habían pasado varios minutos en silencio. Sin esperar su respuesta, tomó el vaso y, tras ejecutar la misma técnica de antes, se lo engulló de otro trago—. Katame —le reveló entonces, dejando el vaso en la mesa—. El hombre al que llamas dragón, es Katame —sus ojos de color ámbar se desplazaron hasta la puerta, y de ahí hasta la barra. Todo seguía igual. Solo entonces continuó:—. Pertenece a una banda de la Capital del País del Agua, llamada… —Kila se inclinó hacia él y bajó todavía más la voz, susurrándole al oído:—, Dragón Rojo. Le contó a una amiga mía que trabaja aquí —a Kaido no le costaría imaginarse qué tipo de trabajo estaba realizando y en qué circunstancias se había ido de la lengua el hombre—, que estaba en busca de una gran embarcación. ¿Empiezas a atar cabos? Por estos lares no hay embarcación más grande que la de Baratie. Pero Shenfu Kano jamás la vendería ni se prestaría a los chanchullos que Katame le ofrecía, así que…
Dudó.
—Si no fuese por mí, Kaido, igual ahora estarían todos muertos. Pon eso en tu jodido informe, ¿quieres?