27/05/2018, 18:29
Por fortuna para todos —incluída la propia kunoichi— la punta del kunai nunca llegaría a tocar el ojo del aterrorizado Inokichi, que había empezado a temblar como un flan y tenía la cara surcada de lágrimas. Cuando Karma estaba a punto de hundir el acero en el ojo de su compañero de Academia, con el beneplácito del jōnin Uchiha, empezó a notar un hormigueo en la mano. Pronto la sensación se haría mucho más intensa, provocando que empezara a temblar por completo hasta que el cuchillo afilado cayese de entre sus dedos, incapaces de ejercer la suficiente y continuada presión como para sujetarlo.
La bestia que rugía dentro de ella, hambrienta como un Oni y dispuesta a saciarse, recibió una patada en todo el hocico que hizo que Karma perdiese el equilibrio. El mundo a su alrededor empezó a girar a toda velocidad en un torbellino de imágenes y sensaciones que amenazaba con llevársela volando por los aires.
Y, de repente, despertó.
O eso le parecía. Allí estaba Akame, frente a ella, con los brazos cruzados y sus ojos —rojos como la sangre y con tres aspas negras en torno a cada pupila— fijos en la muchacha. No había rastro de Inokichi, y Karma tampoco hallaría el kunai que momentos antes había sujetado. Sólo estaban ellos dos.
—Hemos terminado por hoy —declaró el sensei, duro como una losa de piedra, dirigiéndole a su alumna una mirada extremadamente severa.
La bestia que rugía dentro de ella, hambrienta como un Oni y dispuesta a saciarse, recibió una patada en todo el hocico que hizo que Karma perdiese el equilibrio. El mundo a su alrededor empezó a girar a toda velocidad en un torbellino de imágenes y sensaciones que amenazaba con llevársela volando por los aires.
Y, de repente, despertó.
O eso le parecía. Allí estaba Akame, frente a ella, con los brazos cruzados y sus ojos —rojos como la sangre y con tres aspas negras en torno a cada pupila— fijos en la muchacha. No había rastro de Inokichi, y Karma tampoco hallaría el kunai que momentos antes había sujetado. Sólo estaban ellos dos.
—Hemos terminado por hoy —declaró el sensei, duro como una losa de piedra, dirigiéndole a su alumna una mirada extremadamente severa.