29/05/2018, 17:48
La pareja de sensei y alumna abandonó el Estadio sin cruzar una sola palabra. Al contrario de como había entrado, Akame salió a paso ligero, autoritario, y parecía no preocuparse en absoluto por el estado de Karma. De tan distinto modo, que las posibles implicaciones de lo que acababa de hacerle a su alumna no le molestaban, en apariencia, más de lo que le molestaría una pelusa en la mesita de noche de su cuarto, junto a la cama.
Así prosiguió la silenciosa caminata por las calles de Uzushiogakure, que a aquellas horas de la mañana estaban sumamente concurridas. Los viandantes caminaban bajo el Sol del Verano —más caluroso que de costumbre— sin prestar atención a la estampa que ofrecían los ninjas; al fin y al cabo, era una bastante común en el Remolino. Finalmente, Akame cruzó la esquina de una pequeña callecita sin siquiera volverse a mirar a la kunoichi.
Se detuvo frente a un local bastante pequeño pero de apariencia acogedora, típica de Uzu no Kuni y más concretamente de su Villa Oculta. La fachada estaba construída con ladrillo blanco, y las tejas relucían con un brillo carmesí al Sol. Un simple vistazo revelaba que se trataba, sin lugar a dudas, de un pequeño bar de terraza de los que tanto abundaban en la veraniega Villa.
—Toma asiento —ordenó el shinobi a su alumna, mientras él se acercaba al ventanal que comunicaba la barra interior del bar con la terraza—. ¿Qué bebes? —preguntó desde allí, a unos pocos metros, aun sin mudar su expresión seria.
Así prosiguió la silenciosa caminata por las calles de Uzushiogakure, que a aquellas horas de la mañana estaban sumamente concurridas. Los viandantes caminaban bajo el Sol del Verano —más caluroso que de costumbre— sin prestar atención a la estampa que ofrecían los ninjas; al fin y al cabo, era una bastante común en el Remolino. Finalmente, Akame cruzó la esquina de una pequeña callecita sin siquiera volverse a mirar a la kunoichi.
Se detuvo frente a un local bastante pequeño pero de apariencia acogedora, típica de Uzu no Kuni y más concretamente de su Villa Oculta. La fachada estaba construída con ladrillo blanco, y las tejas relucían con un brillo carmesí al Sol. Un simple vistazo revelaba que se trataba, sin lugar a dudas, de un pequeño bar de terraza de los que tanto abundaban en la veraniega Villa.
—Toma asiento —ordenó el shinobi a su alumna, mientras él se acercaba al ventanal que comunicaba la barra interior del bar con la terraza—. ¿Qué bebes? —preguntó desde allí, a unos pocos metros, aun sin mudar su expresión seria.