31/05/2018, 20:10
Keisuke tenía razón, aquellos acontecimientos eran turbios y no auguraban nada bueno, sin lugar a dudas. La pareja de ninjas no tenía nada que ver con ello, no les atañía, eran simples transeúntes en el lugar equivocado en el momento equivocado. Habían salido ilesos, algo de lo que alegrarse, visto lo decididos a herirlos que estaban los dos hombres.
Pero claro, ¿cómo iba a calmarse una kunoichi inexperta que se había visto obligada a pelear contra dos desconocidos de improvisto con tanta facilidad? Especialmente tras sentir ese perverso placer...
—Mira, allá hay una librería, seguro que está el libro que buscas —Karma alzó la mirada, genuinamente interesada.
Habiendo recuperado un semblante más "normal", la uzujin siguió al pelirrojo. Cuando este le abrió la puerta, ella no pudo evitar sonrojarse un poco.
—G-Gracias...
Era la primera expresión de caballerosidad que alguien le dedicaba en toda su vida.
La fémina observó el local tan pronto puso un pie en su interior. La cantidad de tomos, sumado a la agradable fragancia de tapas de cuero desgastadas, la maravilló. Hasta se atrevió a esbozar una casi inexistente sonrisa.
«¿Cómo se llamaba la enciclopedia? ¡Ah, sí!». Karma trotó hasta el mostrador, buscando captar la atención de uno de los dependientes. De lograrla, diría:
—Hola. Estoy buscando la "Gran Enciclopedia del Cuerpo Humano".
Pero claro, ¿cómo iba a calmarse una kunoichi inexperta que se había visto obligada a pelear contra dos desconocidos de improvisto con tanta facilidad? Especialmente tras sentir ese perverso placer...
—Mira, allá hay una librería, seguro que está el libro que buscas —Karma alzó la mirada, genuinamente interesada.
Habiendo recuperado un semblante más "normal", la uzujin siguió al pelirrojo. Cuando este le abrió la puerta, ella no pudo evitar sonrojarse un poco.
—G-Gracias...
Era la primera expresión de caballerosidad que alguien le dedicaba en toda su vida.
La fémina observó el local tan pronto puso un pie en su interior. La cantidad de tomos, sumado a la agradable fragancia de tapas de cuero desgastadas, la maravilló. Hasta se atrevió a esbozar una casi inexistente sonrisa.
«¿Cómo se llamaba la enciclopedia? ¡Ah, sí!». Karma trotó hasta el mostrador, buscando captar la atención de uno de los dependientes. De lograrla, diría:
—Hola. Estoy buscando la "Gran Enciclopedia del Cuerpo Humano".