31/05/2018, 21:03
Como todos los días de aquella interminable semana, el gemelo mayor —por unos escasos segundos— se encontraba tras la recepción del gran edificio de la Arashikage, con un codo apoyado sobre la mesa y su cabeza reposando sobre su mano mientras que la otra estaba sujetando un bolígrafo que escribía lentamente sobre el papel que estaba frente a él. Cada dos por tres suspiraba, y justo cuando Mogura entró por la puerta pudo ver como aquel Yuki —de apellido únicamente— volvía a suspirar.
—Buenos días.
El chico levantó su apenada mirada para encontrarse al médico saludándole con una reverencia. Parpadeó varias veces y recompuso su decaída postura a una mucho más recta.
—Buenos días, Mogura-san —saludó él, con cierto aire de tristeza en su voz —. ¿Qué le trae por aquí? ¿De nuevo necesita ver a Arashikage-sama? ¿Le han convocado? ¿O quizá busca algo de dinero? —cuestionó el mayor, apartando el bolígrafo y posando sus dos manos entrelazadas sobre la mesa, inclinándose sobre el médico —. Si es así, tengo la misión perfecta para ti, me la han encargado esta mañana.