5/06/2018, 11:22
La sonrisa de Yui se hizo más amplia todavía que la de Kaido. La mujer se dio la vuelta y clavó sus ojos azules en los de su aspirante de discípulo. Complacida, rio con una fuerte carcajada.
—Tienes dos huevos como dos melones, Kaido —dijo—. Me gustas. Ahora bien. Tu lealtad no puede estar condicionada a quien te entrene o no. Es muy simple:
»Ahora vas a ir y vas a matar a aquellos que quieren aprovecharse de ti. Si te buscas otro maestro, y descubres que quiere utilizarte, ¿por qué coño vas a tener que dejarte utilizar? No, Kaido, tú eres un depredador, no una oveja. Tú eres un tiburón.
»Los tiburones son más bien solitarios. Estoy seguro de que encontrarás la manera de aprender por tu propia cuenta, de hacerte fuerte. Y si no, siempre puedes pedirle ayuda a alguno de tus compañeros. ¿No conoces a ningún Hozuki más que pueda echarte una mano en tu promoción? Somos muchos...
La mujer dio la vuelta a la mesa y se plantó delante de él. Cerca. Muy cerca. Se agachó y acercó tanto su cara que sus narices hicieron contacto.
—No obstante, valoro tu gallardía, amigo —dijo—. Te propongo una cosa. Crece. Hazte fuerte. Demuéstrame lealtad. Y cuando llegue la hora, tendremos un combate.
Se separó de él y se sentó, juguetona, encima de la mesa. Dejó escapar una risilla y balanceó las piernas.
—Demuestra ser un rival digno, y te enseñaré una de mis más letales técnicas.
—Tienes dos huevos como dos melones, Kaido —dijo—. Me gustas. Ahora bien. Tu lealtad no puede estar condicionada a quien te entrene o no. Es muy simple:
»Ahora vas a ir y vas a matar a aquellos que quieren aprovecharse de ti. Si te buscas otro maestro, y descubres que quiere utilizarte, ¿por qué coño vas a tener que dejarte utilizar? No, Kaido, tú eres un depredador, no una oveja. Tú eres un tiburón.
»Los tiburones son más bien solitarios. Estoy seguro de que encontrarás la manera de aprender por tu propia cuenta, de hacerte fuerte. Y si no, siempre puedes pedirle ayuda a alguno de tus compañeros. ¿No conoces a ningún Hozuki más que pueda echarte una mano en tu promoción? Somos muchos...
La mujer dio la vuelta a la mesa y se plantó delante de él. Cerca. Muy cerca. Se agachó y acercó tanto su cara que sus narices hicieron contacto.
—No obstante, valoro tu gallardía, amigo —dijo—. Te propongo una cosa. Crece. Hazte fuerte. Demuéstrame lealtad. Y cuando llegue la hora, tendremos un combate.
Se separó de él y se sentó, juguetona, encima de la mesa. Dejó escapar una risilla y balanceó las piernas.
—Demuestra ser un rival digno, y te enseñaré una de mis más letales técnicas.