6/06/2018, 18:11
La uzujin quedó pensativa durante unos tensos instantes. «Hmm... ¿a qué se refiere? Oh...». Se comió otra pieza de verdura frita poco después. Tras acabar de masticar, haciendo gala de la educación suficiente como para no hablar con la boca llena, Karma intercedió una vez más:
—Vale, no soy fan de los mangas de terror, pero como ya he dicho, sensei, soy mayorcita. Seguro que conoces mi edad, la pone en mi dosier, ¿no? —afirmó con cierto toque de inseguridad y timidez.
Ese épico duelo de perspicacia —o falta de ella— se vio interrumpido por el retorno de Uma, ese caballero de panza feliz que si las palabras de Akame eran ciertas, era el dueño del establecimiento. El referido cuestionó, dolorido, la rapidez con la que Karma comía.
La muchacha enarboló una expresión de confusión.
—No, está muy bueno, gracias —indicó a media voz—. Comer con tranquilidad es bueno para la salud...
—Vale, no soy fan de los mangas de terror, pero como ya he dicho, sensei, soy mayorcita. Seguro que conoces mi edad, la pone en mi dosier, ¿no? —afirmó con cierto toque de inseguridad y timidez.
Ese épico duelo de perspicacia —o falta de ella— se vio interrumpido por el retorno de Uma, ese caballero de panza feliz que si las palabras de Akame eran ciertas, era el dueño del establecimiento. El referido cuestionó, dolorido, la rapidez con la que Karma comía.
La muchacha enarboló una expresión de confusión.
—No, está muy bueno, gracias —indicó a media voz—. Comer con tranquilidad es bueno para la salud...