7/06/2018, 16:15
El jōnin esperó con admirable paciencia a que su alumna terminase de comer mientras la observaba con curiosidad. No había tardado mucho en darse cuenta de su error al subestimar la profundidad del abismo personal de Karma; la que en un principio le había parecido una chica simplemente tímida y callada, con poco o nada que ofrecer, ahora se estaba revelando como un prisma de muchas, variadas aristas.
«No ha tenido una vida fácil», se dijo Akame. Pero luego negó para sí. ¿Quién la había tenido allí?
Cuando Karma terminó de comer, el Uchiha volvió a girarse en su asiento para llamar al panzudo barman, indicando con un inconfundible gesto de su mano que quería que les trajese la cuenta. Uma-san se personó junto a la mesa, diligente, momentos después. Akame repasó la comanda y luego sacó algunos billetes de uno de los bolsillos de su chaqueta militar.
—A esta invito yo, pero no te acostumbres —dijo a la kunoichi. Luego, se levantó—. Vamos. Todavía hay un lugar importante que debemos visitar.
Sensei y alumna caminarían por las calles de Uzushiogakure, calurosas a aquellas horas del día, alejándose cada vez más del centro de la Aldea en dirección a una zona más periférica. Dejaron atrás el Jardín de los Cerezos y la Academia de las Olas, enfilando una avenida amplia rodeada de árboles y salpicada de arcos torii pero notablemente solitaria. Avanzaron hasta toparse con un recinto amurallado; la entrada estaba abierta.
—Es aquí.
Akame avanzó a paso firme pero tranquilo mientras sus ojos recorrían las hileras de mausoleos y tumbas que ocupaban el cementerio de Uzushiogakure no Sato. Se detuvo frente a una que parecía relativamente reciente.
—Aquí es donde descansan nuestros compañeros caídos. Nunca debes olvidar lo que eres porque, algún día, tú también acabarás mudándote a este barrio. Del empeño que pongas en tu entrenamiento dependerá si ese momento está cerca o lejos —el Uchiha realizó una profunda reverencia frente a la lápida, que correspondía a una tal "Kageyama Koko".
«No ha tenido una vida fácil», se dijo Akame. Pero luego negó para sí. ¿Quién la había tenido allí?
Cuando Karma terminó de comer, el Uchiha volvió a girarse en su asiento para llamar al panzudo barman, indicando con un inconfundible gesto de su mano que quería que les trajese la cuenta. Uma-san se personó junto a la mesa, diligente, momentos después. Akame repasó la comanda y luego sacó algunos billetes de uno de los bolsillos de su chaqueta militar.
—A esta invito yo, pero no te acostumbres —dijo a la kunoichi. Luego, se levantó—. Vamos. Todavía hay un lugar importante que debemos visitar.
Sensei y alumna caminarían por las calles de Uzushiogakure, calurosas a aquellas horas del día, alejándose cada vez más del centro de la Aldea en dirección a una zona más periférica. Dejaron atrás el Jardín de los Cerezos y la Academia de las Olas, enfilando una avenida amplia rodeada de árboles y salpicada de arcos torii pero notablemente solitaria. Avanzaron hasta toparse con un recinto amurallado; la entrada estaba abierta.
—Es aquí.
Akame avanzó a paso firme pero tranquilo mientras sus ojos recorrían las hileras de mausoleos y tumbas que ocupaban el cementerio de Uzushiogakure no Sato. Se detuvo frente a una que parecía relativamente reciente.
—Aquí es donde descansan nuestros compañeros caídos. Nunca debes olvidar lo que eres porque, algún día, tú también acabarás mudándote a este barrio. Del empeño que pongas en tu entrenamiento dependerá si ese momento está cerca o lejos —el Uchiha realizó una profunda reverencia frente a la lápida, que correspondía a una tal "Kageyama Koko".