7/06/2018, 17:18
Se ocuparon de la cuenta por ella, una obra que avergonzó a Karma, pero en el fondo también agradeció. Su sueldo de genin no era nada por lo que tirar cohetes. Por eso mismo solía comer en casa y siempre de lo más barato que encontrase. Era por ello que consideraba la comida precocinada tan práctica.
—Gracias, Akame-sensei. No me acostumbraré —alegó de forma respetuosa según se alzaba.
Marchó a la vera del Uchiha en silencio. La joven no tardó en empezar a sudar.
El jōnin le resultaba interesante a la vez que temible. Era arisco, duro y serio, pero también había mostrado una humanidad en apenas unas horas que la novata nunca habría esperado de alguien de su rango y disposición. «Supongo que al menos saldré bien entrenada, al fin y al cabo este trabajo te puede poner en situaciones de vida o muerte...», se consoló.
Karma no prestó demasiada atención ni al camino ni al paisaje, dejándolo todo en manos de Akame. Grande fue su pasmo cuando el referido afirmó que "era aquí" y la muchacha se percató de que se trataba, nada más y nada menos, de la entrada al cementerio de la villa.
Allí estaba enterrada su madre... y también el otro desgraciado.
Quiso preguntar: "¿qué hacemos aquí?", pero se mordió la lengua. No iba a cuestionar a un superior, especialmente a su sensei de los terribles ojos. Algo tendría preparado el moreno, seguro.
Y así fue. De esta forma Akame le entregó una lección de lo más agria, cruda y gráfica: todos morimos, especialmente cuando se es parte de un cuerpo militar como eran los ninjas. La expectativa le hizo un nudo en la garganta a la joven. Observó la tumba con firmeza, pero también temor.
—Lo haré lo mejor que pueda...
—Gracias, Akame-sensei. No me acostumbraré —alegó de forma respetuosa según se alzaba.
Marchó a la vera del Uchiha en silencio. La joven no tardó en empezar a sudar.
El jōnin le resultaba interesante a la vez que temible. Era arisco, duro y serio, pero también había mostrado una humanidad en apenas unas horas que la novata nunca habría esperado de alguien de su rango y disposición. «Supongo que al menos saldré bien entrenada, al fin y al cabo este trabajo te puede poner en situaciones de vida o muerte...», se consoló.
Karma no prestó demasiada atención ni al camino ni al paisaje, dejándolo todo en manos de Akame. Grande fue su pasmo cuando el referido afirmó que "era aquí" y la muchacha se percató de que se trataba, nada más y nada menos, de la entrada al cementerio de la villa.
Allí estaba enterrada su madre... y también el otro desgraciado.
Quiso preguntar: "¿qué hacemos aquí?", pero se mordió la lengua. No iba a cuestionar a un superior, especialmente a su sensei de los terribles ojos. Algo tendría preparado el moreno, seguro.
Y así fue. De esta forma Akame le entregó una lección de lo más agria, cruda y gráfica: todos morimos, especialmente cuando se es parte de un cuerpo militar como eran los ninjas. La expectativa le hizo un nudo en la garganta a la joven. Observó la tumba con firmeza, pero también temor.
—Lo haré lo mejor que pueda...