10/06/2018, 22:22
¿Qué Shenfu Kano necesitaba una ducha de agua fría? Kaido, sin duda, todavía no conocía al buen cocinero. Él ya había navegado aguas más bravas con mucho más alcohol en las venas. Estaba a punto de decírselo, cuando vio la mirada dura y gélida de su esposa y optó por simplemente carraspear.
Marido y mujer se metieron entonces en el pasillo que daba a las habitaciones y al baño.
Yoku Reon no tardó mucho más en llegar, carcomido por la curiosidad y la ansiedad de saber qué ocurría. Tras dar su última mala excusa a la clientela enfurecida que poco a poco se iba deshaciendo, bajó hasta el comedor donde Kaido no tardó en hacer su particular petición.
—¿Dibujar un mapa? —preguntó con voz ronca, confuso. Kaido iba listo si creía que entendería cualquier dibujo de aquel buen hombre—. Creo que… debe de haber uno, abajo en la bodega.
Poco acostumbrado a recibir órdenes de cualquier hombre que no fuese Shenfu Kano, pero sabiendo de lo urgente de la situación, corrió hasta abajo para coger lo solicitado. Cinco minutos más tarde estaba junto a Kaido, con un gran cuadro con el mapa del puerto, Taikarune y sus proximidades —también la playa mencionada por Kila—, así como unos pergaminos y pluma y tinta, por si los necesitaba. Estar bajo la tutela de Shenfu Kano le había enseñado a anticiparse a las órdenes y necesidades antes de que estas ocurriesen.
Diez minutos más tarde, Shenfu Kano entraría al comedor, con cara más seria y visiblemente más despejado. En la mano, un pergamino enrollado que portaba como si fuese el bebé más delicado y querido del mundo. Jitsuna le acompañaba a su derecha.
Marido y mujer se metieron entonces en el pasillo que daba a las habitaciones y al baño.
Yoku Reon no tardó mucho más en llegar, carcomido por la curiosidad y la ansiedad de saber qué ocurría. Tras dar su última mala excusa a la clientela enfurecida que poco a poco se iba deshaciendo, bajó hasta el comedor donde Kaido no tardó en hacer su particular petición.
—¿Dibujar un mapa? —preguntó con voz ronca, confuso. Kaido iba listo si creía que entendería cualquier dibujo de aquel buen hombre—. Creo que… debe de haber uno, abajo en la bodega.
Poco acostumbrado a recibir órdenes de cualquier hombre que no fuese Shenfu Kano, pero sabiendo de lo urgente de la situación, corrió hasta abajo para coger lo solicitado. Cinco minutos más tarde estaba junto a Kaido, con un gran cuadro con el mapa del puerto, Taikarune y sus proximidades —también la playa mencionada por Kila—, así como unos pergaminos y pluma y tinta, por si los necesitaba. Estar bajo la tutela de Shenfu Kano le había enseñado a anticiparse a las órdenes y necesidades antes de que estas ocurriesen.
Diez minutos más tarde, Shenfu Kano entraría al comedor, con cara más seria y visiblemente más despejado. En la mano, un pergamino enrollado que portaba como si fuese el bebé más delicado y querido del mundo. Jitsuna le acompañaba a su derecha.