11/06/2018, 01:41
Shenfu Kano, con manos temblorosas y dubitativas, como quien tiene que entregar un hijo al peor de los criminales, le extendió el título del barco a Kaido.
—Mi tesoro… —Toda la fuerza y gravedad de su voz se había desvanecido para convertirse en un simple murmullo, tan débil como el último quejido de un hombre moribundo—. Mi vida… No la pierdas —le encomendó.
Entonces llegó la segunda petición de Kaido. O, más bien, el segundo encargo. Era el plan B. La llamada a la caballería por si el resto salía mal. Cualquier otra petición o excusa, y Jitsuna la hubiese rechazado. Pero tras debatirlo internamente consigo misma por lo que pareció una eternidad, acabó finalmente aceptando el pergamino.
—Está en el centro de Taikarune —señaló en el mapa su posición. Estaba algo más allá del club de pasatiempos en el que Kaido había acudido con Kila—. ¿Espero aquí? —Shenfu Kano asintió ante el punto del mapa que señaló su esposa. Era un punto intermedio, y uno de los más altos de la ciudad. Desde allí tendría buena visión.
—Mi tesoro… —Toda la fuerza y gravedad de su voz se había desvanecido para convertirse en un simple murmullo, tan débil como el último quejido de un hombre moribundo—. Mi vida… No la pierdas —le encomendó.
Entonces llegó la segunda petición de Kaido. O, más bien, el segundo encargo. Era el plan B. La llamada a la caballería por si el resto salía mal. Cualquier otra petición o excusa, y Jitsuna la hubiese rechazado. Pero tras debatirlo internamente consigo misma por lo que pareció una eternidad, acabó finalmente aceptando el pergamino.
—Está en el centro de Taikarune —señaló en el mapa su posición. Estaba algo más allá del club de pasatiempos en el que Kaido había acudido con Kila—. ¿Espero aquí? —Shenfu Kano asintió ante el punto del mapa que señaló su esposa. Era un punto intermedio, y uno de los más altos de la ciudad. Desde allí tendría buena visión.