13/06/2018, 01:47
Kaido abandonó la seguridad del Barco, y recibió de pronto la calma del atardecer. La tenue luz vespertina escondiéndose al horizonte, uno que parecía libertado tras la disertación de los clientes enfurecidos. Respiró tan profundo como le fue posible y a paso decidido, tomó el mismo rumbo por el que se había guiado antes a través de su instinto animal.
Kila avanzaba parsimoniosa por la avenida. Lucía férrea como de costumbre, aunque preocupada porque el asunto se le parecía ir de las manos. Ya oscurecía, y apenas había podido hacer ceder a sus víctimas para que entregaran aquello que tanto quería Katame. Sin embargo, muy a pesar de que parecía estar jugando su papel a la perfección, el hombre que vivía en su interior le clamaba que incluso antes de circunvalar las entradas principales de los almacenes, primero echara un ojo a la distancia. Divisar si aquel calvo de mostacho se encontraba casualmente fumando su habano, o el otro aún apilando cajas de pescados.
3 AO
. . .
Kila avanzaba parsimoniosa por la avenida. Lucía férrea como de costumbre, aunque preocupada porque el asunto se le parecía ir de las manos. Ya oscurecía, y apenas había podido hacer ceder a sus víctimas para que entregaran aquello que tanto quería Katame. Sin embargo, muy a pesar de que parecía estar jugando su papel a la perfección, el hombre que vivía en su interior le clamaba que incluso antes de circunvalar las entradas principales de los almacenes, primero echara un ojo a la distancia. Divisar si aquel calvo de mostacho se encontraba casualmente fumando su habano, o el otro aún apilando cajas de pescados.
3 AO