16/06/2018, 23:11
(Última modificación: 16/06/2018, 23:48 por Umikiba Kaido.)
La dubitativa de Kuchige desencadenó una serie de eventos desafortunados que, a cada cual, complicarían la misión de maneras insospechadas. Y es que aquella solicitud de aumento había sido la baza que convencería al dragón de finiquitar el trío de cabos sueltos que ahora tenía, según él, a su merced. Dos hermanos pescadores que diferían entre sus pretensiones de paga, y un hombre cuyo barco ya le pertenecía. Para él —y para la katana que ahora empuñaba con la destreza de un experimentado shinobi— sólo existía una única posibilidad.
Bastó un simple movimiento, apenas perceptible para los ojos del tiburón, para que la vida de un pescador se perdiera en los umbrales del silencio. Sangre corriendo por el filo de la espada, que tras una patada de su usuario, volvió a sentirse liberada. Frente a sus nuevos enemigos, la mano que rodeaba la tráquea de Kano le atizó en un oportuno empujón para después surcar los linderos de su espalda.
—¡Ahora, Kano! —¡Puff! una estela de humo. y el inconfundible sonido del acero chocando uno contra el otro, el de una Kodachi sujetada con la fuerza titánica del Umi no Shisoku, que detuvo la embestida del dragón.
«¡Sentan Taihō!»
Si con su diestra lograba debatirse cara a cara con Katame durante la súbita colisión de espadas, su zurda ya habría salido disparada como un potente misil que a bocarrajo, parecía ir dirigida al rostro de su enemigo.
Kano, por su parte, tenía su propia tarea: la de dirigirse a los almacenes, encontrar a Koe, y activar la alarma.
Bastó un simple movimiento, apenas perceptible para los ojos del tiburón, para que la vida de un pescador se perdiera en los umbrales del silencio. Sangre corriendo por el filo de la espada, que tras una patada de su usuario, volvió a sentirse liberada. Frente a sus nuevos enemigos, la mano que rodeaba la tráquea de Kano le atizó en un oportuno empujón para después surcar los linderos de su espalda.
—¡Ahora, Kano! —¡Puff! una estela de humo. y el inconfundible sonido del acero chocando uno contra el otro, el de una Kodachi sujetada con la fuerza titánica del Umi no Shisoku, que detuvo la embestida del dragón.
«¡Sentan Taihō!»
Si con su diestra lograba debatirse cara a cara con Katame durante la súbita colisión de espadas, su zurda ya habría salido disparada como un potente misil que a bocarrajo, parecía ir dirigida al rostro de su enemigo.
Kano, por su parte, tenía su propia tarea: la de dirigirse a los almacenes, encontrar a Koe, y activar la alarma.