17/06/2018, 19:44
Dicen que los mejores guerreros son los que aprovechan la fuerza de su oponente para utilizarla en su contra. Kaido, como solo los genios hacían, le dio un nuevo giro a aquella máxima: utilizó su propia debilidad en contra de Katame.
Porque cuando el amejin recibió el certero tajo, que dividió su cuerpo en dos mitades de agua, aprovechó esa misma circunstancia para, con parte de ella, envolver la cabeza de Katame y ahogarle.
Su cabeza, tras el Suika, se materializó de nuevo, abriendo sus fauces sobre el cuello del mercenario. En el último segundo, Katame elevó un hombro y torció la cabeza para evitar la mordida del Tiburón en un punto tan crítico. La bestia marina se llevó en su lugar una oreja, arrancada de cuajo. Las fosas nasales se empalagaron con la sangre de su presa, que rugió bajo el agua, sorprendido y dolorido a partes iguales.
La uchigatana cayó de las manos de Katame, que se juntaron en una sonora palmada, generando un poderoso vendaval que golpeó a Kaido y le arrastró varios metros por el suelo.
Katame, liberado de la burbuja de agua, se llevó una mano a la sien, donde momentos antes había estado su oreja. La sangre brotaba de su cabeza, resbalando por su mano, su ropa, el suelo… Aquel cabrón le estaba poniendo en aprietos, y el caballo, con su mercancía, huía despavorido.
—¡¡¡Kaido!!! —Era Shenfu Kano, que acababa de salir del almacén con una especie de momia sobre un carro—. ¿¡Estará aquí Koe-chan!?
Aprovechando el momento, Katame realizó un sello de clonación. Kaido vería entonces como uno de los dos Katames —el más ensangrentado—, salía corriendo a por el caballo. El otro se mantenía firme, con los ojos desencajados por la ira más absoluta.
—Kaido, ¿eh? —Tenía su jodido nombre.
Porque cuando el amejin recibió el certero tajo, que dividió su cuerpo en dos mitades de agua, aprovechó esa misma circunstancia para, con parte de ella, envolver la cabeza de Katame y ahogarle.
Su cabeza, tras el Suika, se materializó de nuevo, abriendo sus fauces sobre el cuello del mercenario. En el último segundo, Katame elevó un hombro y torció la cabeza para evitar la mordida del Tiburón en un punto tan crítico. La bestia marina se llevó en su lugar una oreja, arrancada de cuajo. Las fosas nasales se empalagaron con la sangre de su presa, que rugió bajo el agua, sorprendido y dolorido a partes iguales.
La uchigatana cayó de las manos de Katame, que se juntaron en una sonora palmada, generando un poderoso vendaval que golpeó a Kaido y le arrastró varios metros por el suelo.
Katame, liberado de la burbuja de agua, se llevó una mano a la sien, donde momentos antes había estado su oreja. La sangre brotaba de su cabeza, resbalando por su mano, su ropa, el suelo… Aquel cabrón le estaba poniendo en aprietos, y el caballo, con su mercancía, huía despavorido.
—¡¡¡Kaido!!! —Era Shenfu Kano, que acababa de salir del almacén con una especie de momia sobre un carro—. ¿¡Estará aquí Koe-chan!?
Aprovechando el momento, Katame realizó un sello de clonación. Kaido vería entonces como uno de los dos Katames —el más ensangrentado—, salía corriendo a por el caballo. El otro se mantenía firme, con los ojos desencajados por la ira más absoluta.
—Kaido, ¿eh? —Tenía su jodido nombre.