17/06/2018, 20:42
El paladar de Kaido saboreó la sangre de su oponente, a medida de que sus dientes se encajaban entre sus carnes. Sin embargo, no había sido en el área que él había querido, sino que por el contrario, Katame hubo logrado mover el pescuezo y evitar que le arrancaran la carótida en el último momento. Ahora, en donde debía estar su oreja, tan sólo quedaba un manojo de sangre que se deslizaba a cántaros sobre el costado de su rostro, y un muñón de piel parcialmente mutilada.
Pero sabedor de que sus manos aún estaban libres, el mercenario las juntó en una palmada e invocó nuevamente un vendaval mucho más certero y preciso a cuerpo a cuerpo, que impactó en Kaido y le obligó a explotar nuevamente en numerosos charcos de agua que allá, a unos metros, se recompondrían en un rodar continuo por el suelo. El gyojin jadeó, sumamente extenuado, mientras escupía la oreja cercenada a un costado.
Miró a Katame, y le sonrió, con los labios tintados de su sangre.
«He logrado hacerle algo de daño, pero a un coste demasiado alto para mi cuerpo. Si continúo atacando a este paso, no creo poder llegar a verle caer primero. ¡Joder, es demasiado fuerte!» —se recriminó, mientras escupía otro manojo de saliva ensangrentada.
Pero sus oportunidades de supervivencia —más que de una victoria— pasaban por Kano y su capacidad de dar con Koe. Por tanto, cuando éste apareció poco después con una carretilla similar a la que el de la cicatriz se había llevado a su sobrina, y además, con la silueta de su cuerpo cubierta por vendas y un sello bastante particular, Kaido supo que quizás, sólo quizás, todo iba a salir bien.
Sin embargo, sus ojos de bestia asesina no se apartaron ni un segundo de Katame.
—¡Es ella, llévala a donde Jitsuna! del sello nos ocupamos luego, sólo un shinobi que tenga conocimientos de Fūinjutsu podrá deshacer el sellado. ¡Lárgate de aqui, ahora!
Pero Katame, evidentemente, no iba a darle tregua a aquel pequeño pardillo azul que tanto estaba complicándole el panorama. Aprovechó la aparición fortuita del dueño de Baratie para ejecutar un sello de una técnica que Kaido bien conocía, y que se había pasado horas entrenando, pero que aún no podía controlar. El Kage Bunshin apareció a su lado, a su vez que el original comenzó a correr en dirección a su preciada mercadería, que huía despavorida sobre el carromato que ahora era conducido por una yegua asustada.
El ninja de Amegakure, no obstante, aún se tenía un as bajo la manga que tendría que aprovechar. Cuando el dragón original le dio la espalda, un único sello se formó en sus manos, logrando la activación de su pequeña trampa. La etiqueta de su sello, que ahora yacía oculta entre los ropajes cercanos a la entrepierna de Katame explotó antes de que pudiera alejarse mucho más.
¡Boom!
«Kaido, sí. No lo olvides, ¡hijo de puta!»
Pero sabedor de que sus manos aún estaban libres, el mercenario las juntó en una palmada e invocó nuevamente un vendaval mucho más certero y preciso a cuerpo a cuerpo, que impactó en Kaido y le obligó a explotar nuevamente en numerosos charcos de agua que allá, a unos metros, se recompondrían en un rodar continuo por el suelo. El gyojin jadeó, sumamente extenuado, mientras escupía la oreja cercenada a un costado.
Miró a Katame, y le sonrió, con los labios tintados de su sangre.
«He logrado hacerle algo de daño, pero a un coste demasiado alto para mi cuerpo. Si continúo atacando a este paso, no creo poder llegar a verle caer primero. ¡Joder, es demasiado fuerte!» —se recriminó, mientras escupía otro manojo de saliva ensangrentada.
Pero sus oportunidades de supervivencia —más que de una victoria— pasaban por Kano y su capacidad de dar con Koe. Por tanto, cuando éste apareció poco después con una carretilla similar a la que el de la cicatriz se había llevado a su sobrina, y además, con la silueta de su cuerpo cubierta por vendas y un sello bastante particular, Kaido supo que quizás, sólo quizás, todo iba a salir bien.
Sin embargo, sus ojos de bestia asesina no se apartaron ni un segundo de Katame.
—¡Es ella, llévala a donde Jitsuna! del sello nos ocupamos luego, sólo un shinobi que tenga conocimientos de Fūinjutsu podrá deshacer el sellado. ¡Lárgate de aqui, ahora!
Pero Katame, evidentemente, no iba a darle tregua a aquel pequeño pardillo azul que tanto estaba complicándole el panorama. Aprovechó la aparición fortuita del dueño de Baratie para ejecutar un sello de una técnica que Kaido bien conocía, y que se había pasado horas entrenando, pero que aún no podía controlar. El Kage Bunshin apareció a su lado, a su vez que el original comenzó a correr en dirección a su preciada mercadería, que huía despavorida sobre el carromato que ahora era conducido por una yegua asustada.
El ninja de Amegakure, no obstante, aún se tenía un as bajo la manga que tendría que aprovechar. Cuando el dragón original le dio la espalda, un único sello se formó en sus manos, logrando la activación de su pequeña trampa. La etiqueta de su sello, que ahora yacía oculta entre los ropajes cercanos a la entrepierna de Katame explotó antes de que pudiera alejarse mucho más.
¡Boom!
«Kaido, sí. No lo olvides, ¡hijo de puta!»