19/06/2018, 14:48
—Buenos días —realizó una reverencia—. ¿Es esta la herrería de Minoshi-san?
El calor de la fragua era asfixiante, a pesar de que estaba en el exterior. Solo había que dar un par de pasos dentro de la zona de influencia del horno para sentirlo, como si el mismísimo Kagutsuchi bajase de los cielos para darte un malhumorado manotazo en la frente.
Un hombre trabajaba la ya mencionada. Era enorme, de casi dos metros de altura, musculoso como la mayoría de herreros y con la piel bronceada. Lucía una frondosa melena cana, acompañada de una barba igual de generosa y de la misma tonalidad. Las arrugas de su rostro delataban su avanzada edad. Vestía con un holgado delantal de cuero y ropajes de campesino.
—Así es, jovencita. ¿Qué puedo hacer por ti? Me temo que ya no forjo armas de ningún tipo, si eso es lo que buscas —afirmó, consciente de que su interlocutora portaba un protector con el símbolo de Uzushiogakure en la frente.
Minoshi golpeaba con un martillo lo que parecía ser un cucharón de metal, apoyado en el yunque, aportándole veracidad a su argumento.
—No se preocupe, no vengo en busca de armas. Me han dicho que es muy bueno a la hora de forjar cosas que requieren un poquito más de cuidado que un cuchillo o pieza de armadura cualquiera. Ornamentaciones y similares, por ejemplo.
—Sí, no se me daba mal. Aunque a estas alturas solo soy un viejo a punto de retirarse —se encogió de hombros y sonrió, para luego resumir su tarea.
—¿Cree que podría hacer algo similar a esto? —preguntó Karma, llevándose el índice de su mano derecha al centro metálico del hitai-ate.
—Vaya, vaya. ¿Quieres que falsifique un protector ninja? Creía que las cosas entre las aldeas ya se habían calmado un poco...
—¡No, no! —se apresuró a decir la pelivioleta, mostrando las palmas de las manos. La sola idea le horrorizaba—. ¡Es para mí! Quiero uno nuevo, algo un poco distinto a... lo común. Por eso buscaba a un herrero con experiencia en este tipo de creaciones. ¿Sería usted tan amable de considerar mi encargo?
El veterano se acarició el mentón a lo largo de unos instantes.
—Espero que sea verdad. No estoy para trotes a estas alturas de mi vida, solo quiero tranquilidad. Pero me tienes interesado. Hablemos sobre los detalles, el precio, y quizás podamos llegar a un acuerdo.
—Le he preparado una lista y unos esquemas —indicó la fémina—. Podrá ver que no solo se trata del hitai-ate, hay otra cosa que también necesito...
Uchiha Akame podría encontrar una carta en el interior de su buzón. Había sido colada en este en algún momento de la madrugada de ese mismo día. El escrito rezaba:
Era una mañana como cualquier otra.
A esas horas no habían demasiados parroquianos en El Lechón de Acero. La posada era amplia y rectangular, con mesas redondas distribuidas por su centro, la barra y trastienda a la izquierda, mientras que a la derecha se podían encontrar las escaleras que llevaban al segundo piso, reservado para las habitaciones de los huéspedes. La entrada y salida estaba cerca de la esquina inferior izquierda, no muy lejos de la barra.
Karma estaba sentada en una de estas mesas, con una humeante taza de café frente a ella. Junto a esta, su kit médico. Vestía como siempre, llevaba encima todo su equipamiento y el protector frontal. Sostenía con la mano izquierda un libro abierto: "El Ninja Sabio". Leía, enfrascada en el tomo, y de tanto en tanto le daba un sorbo a su café con la diestra.
Unas cuantas mesas más allá había un par de ancianos jugando al shōgi mientras disfrutaban de unas pintas. Tras la barra estaba el posadero, calvo y panzudo, mirando al infinito. Era fácil deducir que estaba aburrido como una ostra. Lo único que rompía el silencio eran los comentarios del par de viejos, comentarios que a veces se convertían en quejas al no estar de acuerdo con un movimiento del contrario.
El calor de la fragua era asfixiante, a pesar de que estaba en el exterior. Solo había que dar un par de pasos dentro de la zona de influencia del horno para sentirlo, como si el mismísimo Kagutsuchi bajase de los cielos para darte un malhumorado manotazo en la frente.
Un hombre trabajaba la ya mencionada. Era enorme, de casi dos metros de altura, musculoso como la mayoría de herreros y con la piel bronceada. Lucía una frondosa melena cana, acompañada de una barba igual de generosa y de la misma tonalidad. Las arrugas de su rostro delataban su avanzada edad. Vestía con un holgado delantal de cuero y ropajes de campesino.
—Así es, jovencita. ¿Qué puedo hacer por ti? Me temo que ya no forjo armas de ningún tipo, si eso es lo que buscas —afirmó, consciente de que su interlocutora portaba un protector con el símbolo de Uzushiogakure en la frente.
Minoshi golpeaba con un martillo lo que parecía ser un cucharón de metal, apoyado en el yunque, aportándole veracidad a su argumento.
—No se preocupe, no vengo en busca de armas. Me han dicho que es muy bueno a la hora de forjar cosas que requieren un poquito más de cuidado que un cuchillo o pieza de armadura cualquiera. Ornamentaciones y similares, por ejemplo.
—Sí, no se me daba mal. Aunque a estas alturas solo soy un viejo a punto de retirarse —se encogió de hombros y sonrió, para luego resumir su tarea.
—¿Cree que podría hacer algo similar a esto? —preguntó Karma, llevándose el índice de su mano derecha al centro metálico del hitai-ate.
—Vaya, vaya. ¿Quieres que falsifique un protector ninja? Creía que las cosas entre las aldeas ya se habían calmado un poco...
—¡No, no! —se apresuró a decir la pelivioleta, mostrando las palmas de las manos. La sola idea le horrorizaba—. ¡Es para mí! Quiero uno nuevo, algo un poco distinto a... lo común. Por eso buscaba a un herrero con experiencia en este tipo de creaciones. ¿Sería usted tan amable de considerar mi encargo?
El veterano se acarició el mentón a lo largo de unos instantes.
—Espero que sea verdad. No estoy para trotes a estas alturas de mi vida, solo quiero tranquilidad. Pero me tienes interesado. Hablemos sobre los detalles, el precio, y quizás podamos llegar a un acuerdo.
—Le he preparado una lista y unos esquemas —indicó la fémina—. Podrá ver que no solo se trata del hitai-ate, hay otra cosa que también necesito...
***
Uchiha Akame podría encontrar una carta en el interior de su buzón. Había sido colada en este en algún momento de la madrugada de ese mismo día. El escrito rezaba:
Akame-sensei,
En primer lugar me gustaría disculparme por las molestias que mi petición venidera podría causarle. Sé que está sumamente ocupado con sus deberes de jōnin. No se sienta en compromiso alguno si estos le impiden cumplir con el favor que me gustaría pedirle.
Estaré alojada durante los próximos tres días en Los Herreros, más concretamente, en una posada llamada El Lechón de Acero. Me gustaría que se reuniese conmigo allí. Además de tener que ocuparme de unos asuntos personales en esta localidad, he oído hablar sobre un interesante lugar que promete ser excelente para entrenar. Si llega y no me encuentra en la posada, pregunte al posadero, le mencionaré su nombre y le indicaré a dónde he ido cada vez que marche a alguna parte.
Al amanecer del cuarto día partiré de vuelta a Uzushiogakure si no ha podido acudir. Como ya dije, no se sienta obligado. Tampoco es necesario que responda con otro mensaje si no va a venir, en cualquiera de los casos necesitaré estar aquí durante unos días, no estaré perdiendo el tiempo. También procuraré entrenar en solitario.
Un respetuoso saludo,
Kojima Karma
En primer lugar me gustaría disculparme por las molestias que mi petición venidera podría causarle. Sé que está sumamente ocupado con sus deberes de jōnin. No se sienta en compromiso alguno si estos le impiden cumplir con el favor que me gustaría pedirle.
Estaré alojada durante los próximos tres días en Los Herreros, más concretamente, en una posada llamada El Lechón de Acero. Me gustaría que se reuniese conmigo allí. Además de tener que ocuparme de unos asuntos personales en esta localidad, he oído hablar sobre un interesante lugar que promete ser excelente para entrenar. Si llega y no me encuentra en la posada, pregunte al posadero, le mencionaré su nombre y le indicaré a dónde he ido cada vez que marche a alguna parte.
Al amanecer del cuarto día partiré de vuelta a Uzushiogakure si no ha podido acudir. Como ya dije, no se sienta obligado. Tampoco es necesario que responda con otro mensaje si no va a venir, en cualquiera de los casos necesitaré estar aquí durante unos días, no estaré perdiendo el tiempo. También procuraré entrenar en solitario.
Un respetuoso saludo,
Kojima Karma
***
Era una mañana como cualquier otra.
A esas horas no habían demasiados parroquianos en El Lechón de Acero. La posada era amplia y rectangular, con mesas redondas distribuidas por su centro, la barra y trastienda a la izquierda, mientras que a la derecha se podían encontrar las escaleras que llevaban al segundo piso, reservado para las habitaciones de los huéspedes. La entrada y salida estaba cerca de la esquina inferior izquierda, no muy lejos de la barra.
Karma estaba sentada en una de estas mesas, con una humeante taza de café frente a ella. Junto a esta, su kit médico. Vestía como siempre, llevaba encima todo su equipamiento y el protector frontal. Sostenía con la mano izquierda un libro abierto: "El Ninja Sabio". Leía, enfrascada en el tomo, y de tanto en tanto le daba un sorbo a su café con la diestra.
Unas cuantas mesas más allá había un par de ancianos jugando al shōgi mientras disfrutaban de unas pintas. Tras la barra estaba el posadero, calvo y panzudo, mirando al infinito. Era fácil deducir que estaba aburrido como una ostra. Lo único que rompía el silencio eran los comentarios del par de viejos, comentarios que a veces se convertían en quejas al no estar de acuerdo con un movimiento del contrario.