22/06/2018, 13:20
—Ya veo. Estoy segura de que era igual de interesante —comentó con tranquilidad, para entonces guardar el manga dentro del kit, lejos de las miradas de los curiosos.
La muchacha lo hizo justo a tiempo, ya que el tabernero se personó poco después, dejando frente al Uchiha una taza de té verde frío con dos hielos dentro, tal y como el jōnin había solicitado. Sin decir nada ni ejecutar gesto alguno, el referido se retiró, de vuelta a su aburrido puesto tras la barra.
Karma le dio un buen trago al café. Ya iba quedando poco.
—Unos asuntillos personales sin importancia —respondió, surcando la rugosidad de la mesa de madera con la yema del índice izquierdo. No quería sonar misteriosa, pero quizás lo había hecho—. Me gustaría hablar contigo sobre un tema que imagino que es personal. Me disculpo ya, por si acaso.
Tomó aire e hizo discurrir su mirada por toda la instancia, pensativa. Estaba buscando las palabras adecuadas. Uno de los ancianos maldijo en alto, un insulto que retumbó en las paredes, claramente audible para todos. Parecía ser que había perdido.
—Uchiha Akame... —comenzó—. El primer día no me di cuenta, pero me sonabas de algo. Eres uno de los Hermanos del Desierto, claro, yo estaba allí el día que le pusieron el sombrero a Hanabi-sama... y vosotros dos, ¿cómo se llamaba el otro? ¿Datsue? Casi parecía que os íbais a caer en cualquier momento a la calle.
Sonrió, pero no con sorna.
—Pero idiota yo, no me di cuenta, estaba demasiado nerviosa. Cuesta pensar un poco cuando te golpean —apuntó con tono bromista—. A donde quiero llegar es que... me da igual que seas el Guardián del Ichibi. Quizás es una afirmación innecesaria, pero me siento obligada a dejarlo claro.
»Al fin y al cabo, los dos tenemos un demonio dentro.
Su sonrisa mutó, adquiriendo tintes más amargos.
La muchacha lo hizo justo a tiempo, ya que el tabernero se personó poco después, dejando frente al Uchiha una taza de té verde frío con dos hielos dentro, tal y como el jōnin había solicitado. Sin decir nada ni ejecutar gesto alguno, el referido se retiró, de vuelta a su aburrido puesto tras la barra.
Karma le dio un buen trago al café. Ya iba quedando poco.
—Unos asuntillos personales sin importancia —respondió, surcando la rugosidad de la mesa de madera con la yema del índice izquierdo. No quería sonar misteriosa, pero quizás lo había hecho—. Me gustaría hablar contigo sobre un tema que imagino que es personal. Me disculpo ya, por si acaso.
Tomó aire e hizo discurrir su mirada por toda la instancia, pensativa. Estaba buscando las palabras adecuadas. Uno de los ancianos maldijo en alto, un insulto que retumbó en las paredes, claramente audible para todos. Parecía ser que había perdido.
—Uchiha Akame... —comenzó—. El primer día no me di cuenta, pero me sonabas de algo. Eres uno de los Hermanos del Desierto, claro, yo estaba allí el día que le pusieron el sombrero a Hanabi-sama... y vosotros dos, ¿cómo se llamaba el otro? ¿Datsue? Casi parecía que os íbais a caer en cualquier momento a la calle.
Sonrió, pero no con sorna.
—Pero idiota yo, no me di cuenta, estaba demasiado nerviosa. Cuesta pensar un poco cuando te golpean —apuntó con tono bromista—. A donde quiero llegar es que... me da igual que seas el Guardián del Ichibi. Quizás es una afirmación innecesaria, pero me siento obligada a dejarlo claro.
»Al fin y al cabo, los dos tenemos un demonio dentro.
Su sonrisa mutó, adquiriendo tintes más amargos.