1/07/2018, 02:14
La barbilla de Shenfu Kano bailaba de un lado para otro ante cada palabra de Kaido. Sus ojos tenían esa característica intensidad de alguien que se ha tomado polvo mágico, y no paraba de cambiar el peso de una pierna a otra.
—¡Joder, Kaido, ¿y no puedes hacer las dos cosas?! —exclamó, cabreado—. ¡Que para algo eres ninja, joder! —Pronunció la palabra ninja como si significase ser un Dios al que respetaba y temía—. ¡Y he pagado un pastizal a tu Villa! ¿¡Cómo me haces elegir entre mi sobrina y mi hija!?
Sí, su hija era, y siempre lo había sido, Baratie.
Tic, tac. Tic, tac. El reloj seguía corriendo.
—¡Joder, Kaido, ¿y no puedes hacer las dos cosas?! —exclamó, cabreado—. ¡Que para algo eres ninja, joder! —Pronunció la palabra ninja como si significase ser un Dios al que respetaba y temía—. ¡Y he pagado un pastizal a tu Villa! ¿¡Cómo me haces elegir entre mi sobrina y mi hija!?
Sí, su hija era, y siempre lo había sido, Baratie.
Tic, tac. Tic, tac. El reloj seguía corriendo.