1/07/2018, 02:47
Shenfu Kano aguantó estoico todas las pullas con veneno que Kaido le lanzaba una tras otra, sin tregua ni compasión.
—¡Joder! ¡No hay por qué ponerse así!
Kaido le dio una palmada en el pecho y le indicó la dirección contraria. Luego, le dijo que fuese junto a Jitsuna, con el mismo tono que alguien manda a tomar por culo a otro. O, al menos, así lo interpretó Shenfu Kano.
—¡Buena suerte, Kaido! ¡Aunque sé que no la necesitas! ¡Eres como yo! ¡Dejo a Baratie en tus manos!
Cuando se alejó corriendo de allí, guiando la carretilla, Kaido todavía pudo oír su característico bam, bam, bam.
El shinobi de Amegakure —ya con la bandana a la vista—, se enfrascó en una carrera hacia el puerto. Localizó un rastro de sangre, que a medio camino desapareció. Las huellas de los cascos de caballo, sin embargo, seguían. Continuaban por todo el puerto hasta llegar, precisamente, al muelle donde estaba anclado el famoso barco.
Allí, al final de éste, estaba el caballo. Junto al carruaje, vacío. Y el barco… el barco estaba ligeramente distinto. La pesada cadena del ancla ya no colgaba por un lado del casco. Las cuerdas que lo ataban al muelle se encontraban desatadas, y alguna vela había sido izada.
De hecho… Sí, empezaba a moverse. A alejarse. Parecía que Kaido había tomado la decisión correcta. De haber decidido ir junto a Kano, no lo hubiese encontrado a la vuelta.
—¡Joder! ¡No hay por qué ponerse así!
Kaido le dio una palmada en el pecho y le indicó la dirección contraria. Luego, le dijo que fuese junto a Jitsuna, con el mismo tono que alguien manda a tomar por culo a otro. O, al menos, así lo interpretó Shenfu Kano.
—¡Buena suerte, Kaido! ¡Aunque sé que no la necesitas! ¡Eres como yo! ¡Dejo a Baratie en tus manos!
Cuando se alejó corriendo de allí, guiando la carretilla, Kaido todavía pudo oír su característico bam, bam, bam.
El shinobi de Amegakure —ya con la bandana a la vista—, se enfrascó en una carrera hacia el puerto. Localizó un rastro de sangre, que a medio camino desapareció. Las huellas de los cascos de caballo, sin embargo, seguían. Continuaban por todo el puerto hasta llegar, precisamente, al muelle donde estaba anclado el famoso barco.
Allí, al final de éste, estaba el caballo. Junto al carruaje, vacío. Y el barco… el barco estaba ligeramente distinto. La pesada cadena del ancla ya no colgaba por un lado del casco. Las cuerdas que lo ataban al muelle se encontraban desatadas, y alguna vela había sido izada.
De hecho… Sí, empezaba a moverse. A alejarse. Parecía que Kaido había tomado la decisión correcta. De haber decidido ir junto a Kano, no lo hubiese encontrado a la vuelta.