4/07/2018, 15:41
Los dos shinobis se pusieron al día de las proezas del otro. Jin estaba por detrás asegurándose de que todos los animales estaban realmente en el cielo. Los aldeanos empezaban a acercarse lentamente y en masa al lugar de los hechos, sin embargo, antes de que se abalanzasen a preguntar y curiosear, el cazador apartó un momento a los shinobis.
— Vosotros ya habéis cumplido, si queréis podéis iros ya o ir a mi cabaña y descansar un rato, yo me ocupo de estos y de los cadáveres. No os preocupéis, no creo que queden más osos afectados, sino hubiesen aparecido como los demás.
El hombre se sacó de uno de sus bolsillos un pequeño pergamino que confirmaba que habían completado la misión. Después se giró para hablar a la muchedumbre, soltando una última oración.
— Ah, sí, podéis decirle a quien sea que informéis que me encontrará en esa misma cabaña. Es hora de pagar por mis crímenes.
Dicho eso, dejaría a los shinobis apartados y se iría a decirle a los aldeanos que había que quemar todo rastro de los osos y enterrar lo que quedase tan profundo como fuese posible.
— Vosotros ya habéis cumplido, si queréis podéis iros ya o ir a mi cabaña y descansar un rato, yo me ocupo de estos y de los cadáveres. No os preocupéis, no creo que queden más osos afectados, sino hubiesen aparecido como los demás.
El hombre se sacó de uno de sus bolsillos un pequeño pergamino que confirmaba que habían completado la misión. Después se giró para hablar a la muchedumbre, soltando una última oración.
— Ah, sí, podéis decirle a quien sea que informéis que me encontrará en esa misma cabaña. Es hora de pagar por mis crímenes.
Dicho eso, dejaría a los shinobis apartados y se iría a decirle a los aldeanos que había que quemar todo rastro de los osos y enterrar lo que quedase tan profundo como fuese posible.