9/07/2018, 01:56
Sí, quizá Kaido todavía pudiese correr, pero dígase una cosa de los tiburones: no son buenos nadando fuera del agua. La agilidad y velocidad que alcanzaba el amejin no era, ni de lejos, comparable a la que tenía bajo el mar. Allí, sobre terreno firme, jugaba en territorio contrario. El cielo pertenecía al Quebrantahuesos, y, tras un ligero quiebro en el aire, clavó sus zarpas en la espalda de Kaido.
Alzó el vuelo, sacudiendo las alas con violencia.
Tres.
Dos.
Uno.
¡Pluff! El tiempo de invocación había llegado a su fin. El buitre desapareció en una nube de humo, y el cuerpo del amejin se precipitó sobre unas cajas de pescado y polvo azul. A su derecha, pegado a él, la entrada que daba al comedor y los camarotes. A quince metros, Katame.
Incluso desde aquella distancia pudo percibir sus ojos desencajados por la furia.
—Cagonmimadre. ¡Cagonmimadre! ¡CAGONMIMADRE!
Caminó hacia él, cojeando, dejando que la punta de su espada rozase contra el suelo y produjese un ruido escalofriante. Funesto.
Alzó el vuelo, sacudiendo las alas con violencia.
Tres.
Dos.
Uno.
15 turnos transcurridos
¡Pluff! El tiempo de invocación había llegado a su fin. El buitre desapareció en una nube de humo, y el cuerpo del amejin se precipitó sobre unas cajas de pescado y polvo azul. A su derecha, pegado a él, la entrada que daba al comedor y los camarotes. A quince metros, Katame.
Incluso desde aquella distancia pudo percibir sus ojos desencajados por la furia.
—Cagonmimadre. ¡Cagonmimadre! ¡CAGONMIMADRE!
Caminó hacia él, cojeando, dejando que la punta de su espada rozase contra el suelo y produjese un ruido escalofriante. Funesto.