9/07/2018, 02:08
Kaido nunca fue un tipo agraciado, bendecido por el toque de algunos Dioses. Su suerte se la había labrado con sudor y sangre, y nunca había tenido que pedir o rogar nada a nadie. Pero esa vez, cuando su cuerpo cayó súbitamente entre unos cuantos cajones, tuvo que dar las gracias. No sabía a quién, si al destino; o al mismísimo Ame no Kami que le observaba ahora desde lo más alto.
Pero sin duda alguna le había echado un cable. Y tenía que agradecerlo. Una nueva oportunidad ahora se ceñía sobre el horizonte.
Se quejó del dolor de la caída, y además del dolor a su espalda víctima de las garras del ahora desaparecido animal. También el cuerpo le seguía picando y su chakra seguía sin funcionar correctamente. Tambaleó para levantarse, y cuando apoyó el hombro sobre los costados del paredón que daba hacia el interior de Baratie, lo escuchó. El tenebroso rozar de la enviudadora anunciando su aproximación. Los movimientos renqueantes de Katame, y de su ira enardecida vistiéndole el rostro.
Kaido se lanzó de cabeza hasta el comedor interior.
Pero sin duda alguna le había echado un cable. Y tenía que agradecerlo. Una nueva oportunidad ahora se ceñía sobre el horizonte.
Se quejó del dolor de la caída, y además del dolor a su espalda víctima de las garras del ahora desaparecido animal. También el cuerpo le seguía picando y su chakra seguía sin funcionar correctamente. Tambaleó para levantarse, y cuando apoyó el hombro sobre los costados del paredón que daba hacia el interior de Baratie, lo escuchó. El tenebroso rozar de la enviudadora anunciando su aproximación. Los movimientos renqueantes de Katame, y de su ira enardecida vistiéndole el rostro.
Kaido se lanzó de cabeza hasta el comedor interior.