9/07/2018, 21:00
(Última modificación: 9/07/2018, 21:01 por Umikiba Kaido.)
Aquella extremidad voló mortífera hacia Katame, pero él no se iba a dejar tan fácilmente. A pesar de que sus pies estuviesen sujetos a la masa viscosa, sus manos aún seguían libres; y las movió cual movimiento curvilíneo de una espada, invocando los poderes de Fujin. Una hoja de viento cortante, apenas visible, hizo truños su cañón de extremidad y avanzó hasta él.
Tan exhausto como estaba, tan herido como estaba, tan superado como le sucedía en cada oportunidad que tenía la ventaja, se sintió derrotado. Creyó que aquella cuchilla iba a ser su tan ansiado final. Así que la esperó con los brazos abiertos y sus ojos abiertos como platos, recibiendo a la muerte como el guerrero que era.
Iba a morir. Aunque lo haría de pie.
Pero su vida siguió allí, colgada de un hilo. De un fino hilo que aún se aferraba al ahora. Al por un mañana.
Una ligera ventisca le acarició el rostro, lo que quedó de la cuchilla. Entonces, con la boca abierta y ahora su brazo recompuesto, invocó a un clon de agua que emergió súbitamente tras Katame, y que le tomó de ambos brazos, llevándolos hasta su espalda y le metió una patada en la pantorrilla trasera para que cayera de rodillas. Luego el real caminó hasta él por encima de su mizuame y enfrentó a su más digno oponente.
La kodachi de Kaido ahora vestía su mano zurda, y amenazaba su pecho expuesto. La parca —que había estado aguardando ansioso todo este tiempo al lado del más sensato a morir, que era Kaido, desenvolvió sus brazos pútridos y descompuestos del gyojin y avanzó serpenteante hasta Katame. Una cuchilla figurativa, dispuesta a escarbar en busca de su alma fue empuñada. El resto es historia.
—Se acabó. Descansa en paz, si es que te lo mereces —el filo se hundió rápidamente en él, certero.
Tan exhausto como estaba, tan herido como estaba, tan superado como le sucedía en cada oportunidad que tenía la ventaja, se sintió derrotado. Creyó que aquella cuchilla iba a ser su tan ansiado final. Así que la esperó con los brazos abiertos y sus ojos abiertos como platos, recibiendo a la muerte como el guerrero que era.
Iba a morir. Aunque lo haría de pie.
Pero su vida siguió allí, colgada de un hilo. De un fino hilo que aún se aferraba al ahora. Al por un mañana.
Una ligera ventisca le acarició el rostro, lo que quedó de la cuchilla. Entonces, con la boca abierta y ahora su brazo recompuesto, invocó a un clon de agua que emergió súbitamente tras Katame, y que le tomó de ambos brazos, llevándolos hasta su espalda y le metió una patada en la pantorrilla trasera para que cayera de rodillas. Luego el real caminó hasta él por encima de su mizuame y enfrentó a su más digno oponente.
La kodachi de Kaido ahora vestía su mano zurda, y amenazaba su pecho expuesto. La parca —que había estado aguardando ansioso todo este tiempo al lado del más sensato a morir, que era Kaido, desenvolvió sus brazos pútridos y descompuestos del gyojin y avanzó serpenteante hasta Katame. Una cuchilla figurativa, dispuesta a escarbar en busca de su alma fue empuñada. El resto es historia.
—Se acabó. Descansa en paz, si es que te lo mereces —el filo se hundió rápidamente en él, certero.