9/07/2018, 21:53
(Última modificación: 9/07/2018, 21:55 por Umikiba Kaido.)
Ella rió maquiavélica, en un estruendo gutural. ¡Oh, nunca antes alguien se aferraba a su vida de forma tan miserable como la de aquel dragón! le era estúpidamente divertido. Una sonrisa grotesca de dientes teñidos con hedor a sangre se dibujó en su rostro, a su vez de que Katame ejecutaba ese sello, al unísono que el del gyojin.
Por suerte, lo que él veía —que no era sino un inminente peligro— también lo veía su clon. Y es que antes de siquiera pensar en tomar sus manos, que ahora moldeaban el chakra a través del sello del Tigre, al ver el nuevo gesto del dragón cuya carótida se infló, flamígera, el mizu bunshin apoyó su codo sobre la cabeza de Katame al mismo tiempo del que le propinaba la patada. Eso obligó al traficante a dirigir su proyectil no hacia Kaido sino hacia los linderos de sus pies, impactando en el mizuame.
El típico sonido de una llama apagarse por el impiadoso beso del agua envolvió el comedor, y Kaido estuvo dispuesto a acabar con aquel combate de una buena vez. Tentar a la suerte una y otra vez no era bueno.
El clon tomó la cabeza de Katame y empezó a pegarle puño de yunque tras puño de yunque. Uno detrás de otro. Y otro detrás de uno. Hasta que no quedara vida que arrebatar.
—¡Bam, bam, bam BAM BAM BAM BAMBAMBAM!
Por suerte, lo que él veía —que no era sino un inminente peligro— también lo veía su clon. Y es que antes de siquiera pensar en tomar sus manos, que ahora moldeaban el chakra a través del sello del Tigre, al ver el nuevo gesto del dragón cuya carótida se infló, flamígera, el mizu bunshin apoyó su codo sobre la cabeza de Katame al mismo tiempo del que le propinaba la patada. Eso obligó al traficante a dirigir su proyectil no hacia Kaido sino hacia los linderos de sus pies, impactando en el mizuame.
El típico sonido de una llama apagarse por el impiadoso beso del agua envolvió el comedor, y Kaido estuvo dispuesto a acabar con aquel combate de una buena vez. Tentar a la suerte una y otra vez no era bueno.
El clon tomó la cabeza de Katame y empezó a pegarle puño de yunque tras puño de yunque. Uno detrás de otro. Y otro detrás de uno. Hasta que no quedara vida que arrebatar.
—¡Bam, bam, bam BAM BAM BAM BAMBAMBAM!