10/07/2018, 00:05
Ardía. El fuego se extendía por los manteles desparramados y tirados por el suelo. Se colaba por los tablones de madera. Por las sillas. Por las mesas. Embriagaba el ambiente de un aire enfermizo. Expulsaba chispitas de luz que volaban, curiosas y traviesas, por el resto del comedor.
¡Bam, bam, bam!
Una paliza. Una cadena de puñetazos que parecía no tener fin. El rostro de Katame era irreconocible. Un amasijo de carne y huesos machacados. El tatuaje que tenía en la nuca, de un dragón, cobró color. Un color rojo, tan brillante y claro como el fuego. Fuego…
De pronto, Katame se encendió. Literalmente. Se prendió como si se hubiese bañado en aceite inflamable y alguien le hubiese tirado una mecha encendida. Se convirtió en una antorcha humana, y…
…se levantó. Sí, por imposible que pudiese parecer, se levantó. Kaido vio como su piel caía, derretida, y sus cuencas blancas le veían sin ver. Su boca, cuyos labios ya habían caído, parecieron regalarle una macabra sonrisa.
—Te felicito, shinobi de Amegakure, por matar a mi hijo. —Hablaba, pero no era su voz. Era otroamucho más profunda, ronca y gutural que la de Katame. Era la voz de una bestia que no está acostumbrada a comunicarse en el lenguaje de los humanos—. Ocupa su lugar, y cumple su misión. —Pese a que iba en contra de toda ley conocida, mientras hablaba, el cuerpo de Katame seguía ardiendo. Sus dedos caían como una cera caliente. La piel de su cara, pecho y brazos se derretían y bajaban muy lentamente, como una bola de helado a pleno sol—. Reniega, y una serpiente ocupará su lugar tras matarte.
¡Bam, bam, bam!
Una paliza. Una cadena de puñetazos que parecía no tener fin. El rostro de Katame era irreconocible. Un amasijo de carne y huesos machacados. El tatuaje que tenía en la nuca, de un dragón, cobró color. Un color rojo, tan brillante y claro como el fuego. Fuego…
De pronto, Katame se encendió. Literalmente. Se prendió como si se hubiese bañado en aceite inflamable y alguien le hubiese tirado una mecha encendida. Se convirtió en una antorcha humana, y…
…se levantó. Sí, por imposible que pudiese parecer, se levantó. Kaido vio como su piel caía, derretida, y sus cuencas blancas le veían sin ver. Su boca, cuyos labios ya habían caído, parecieron regalarle una macabra sonrisa.
—Te felicito, shinobi de Amegakure, por matar a mi hijo. —Hablaba, pero no era su voz. Era otroamucho más profunda, ronca y gutural que la de Katame. Era la voz de una bestia que no está acostumbrada a comunicarse en el lenguaje de los humanos—. Ocupa su lugar, y cumple su misión. —Pese a que iba en contra de toda ley conocida, mientras hablaba, el cuerpo de Katame seguía ardiendo. Sus dedos caían como una cera caliente. La piel de su cara, pecho y brazos se derretían y bajaban muy lentamente, como una bola de helado a pleno sol—. Reniega, y una serpiente ocupará su lugar tras matarte.