12/07/2018, 16:28
Se había motivado de la nada solamente en el viaje en barco. Se había subido sin expectativas, había viajado solo pensando en la experiencia, pero se había bajado esperando lograr algo. No sabía qué, no sabía si quería demostrar algo a otro, a sí mismo, si solo quería aprobar, o si buscaba un algo que le indique no estaba tan mal después de haber dado vergüenza en aquel torneo de hace un año.
Todo cambió cuando recibió casi una semana después su humillante nota del examen escrito, la primera prueba. Se había quedado petrificado en el lugar, se quedó con la mente en blanco por el resto del día y apenas si había podido dormir a la noche. No pensaba, no se criticaba, no se motivaba a seguir, simplemente se sentía como un cuerpo inerte sin pensamientos.
Vaya a saber qué en su cabeza lo despertó, vistió, y lo sacó de su habitación la mañana siguiente. Seguía sin decir nada, sin hablarse a sí mismo, y lo mismo que lo había puesto en funcionamiento en ese día lo llevó casi inconscientemente a encontrarse con el resto del grupo a pesar de guardar cierta distancia con ellos.
Allí en la Academia de Uzushiogakure otra vez la misma voz sonó, el mismo hombre dando instrucciones. Instrucciones que sonaban lejanas a los oídos del calvo pero que aún así escuchaba y entendía.
— Si alguien quiere irse, ahí tiene la puerta.— Karamaru dio un paso al costado y se detuvo. Se quedó quieto en el lugar posiblemente debido a esa misma cosa que lo había llevado hasta allí y la misma que lo haría cambiar de dirección.
— Habaki Karamaru, aula cinco.
Recorrió el pasillo y dobló a la izquierda buscando el número cinco estampado en una puerta. La encontró más pronto que tarde y se adentró sin observar mucho a su alrededor. Dirigió una rápida mirada a la mujer que se encontraba allí sentada y tras ver el hitai-ate de Amegakure clavó la vista en el suelo, sin querer ni poder mirarla directamente a los ojos. Se sentía avergonzado y ahora juzgado por ojos ajenos.
En silencio y paso lento cerró la puerta y se acercó al cojín vacío sentándose sobre sus talones en posición de seiza.
Todo cambió cuando recibió casi una semana después su humillante nota del examen escrito, la primera prueba. Se había quedado petrificado en el lugar, se quedó con la mente en blanco por el resto del día y apenas si había podido dormir a la noche. No pensaba, no se criticaba, no se motivaba a seguir, simplemente se sentía como un cuerpo inerte sin pensamientos.
Vaya a saber qué en su cabeza lo despertó, vistió, y lo sacó de su habitación la mañana siguiente. Seguía sin decir nada, sin hablarse a sí mismo, y lo mismo que lo había puesto en funcionamiento en ese día lo llevó casi inconscientemente a encontrarse con el resto del grupo a pesar de guardar cierta distancia con ellos.
Allí en la Academia de Uzushiogakure otra vez la misma voz sonó, el mismo hombre dando instrucciones. Instrucciones que sonaban lejanas a los oídos del calvo pero que aún así escuchaba y entendía.
— Si alguien quiere irse, ahí tiene la puerta.— Karamaru dio un paso al costado y se detuvo. Se quedó quieto en el lugar posiblemente debido a esa misma cosa que lo había llevado hasta allí y la misma que lo haría cambiar de dirección.
— Habaki Karamaru, aula cinco.
Recorrió el pasillo y dobló a la izquierda buscando el número cinco estampado en una puerta. La encontró más pronto que tarde y se adentró sin observar mucho a su alrededor. Dirigió una rápida mirada a la mujer que se encontraba allí sentada y tras ver el hitai-ate de Amegakure clavó la vista en el suelo, sin querer ni poder mirarla directamente a los ojos. Se sentía avergonzado y ahora juzgado por ojos ajenos.
En silencio y paso lento cerró la puerta y se acercó al cojín vacío sentándose sobre sus talones en posición de seiza.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘