15/07/2018, 18:39
Hageshi le interrumpió en súbito, sin dejarle continuar. Y es que si lo hubiera hecho, se habría dado cuenta de lo que equivocado que estaba.
El dibujo del dragón no es un tatuaje, sino un Sello Maldito que se coloca a cada miembro. Este Sello Maldito hace al menos dos cosas: dejar un mensaje para su verdugo; y enviar el rostro de su verdugo al resto de miembros. Quizá, también su nombre, de saberlo. No voy a ponerme a explicarte ahora los entresijos del fuuijuntsu, porque ni yo misma soy experta en ello, pero tenemos constancia de que así funciona. Un juinjutsu que debieron mejorar en los últimos tiempos, pues según tus datos, ahora también carboniza a su propietario una vez muerto. Seguramente para impedir que nadie pueda extraer información de sus cadáveres.
«Mierda, estoy jodido»
—Pues estoy en la jodida paila. La voz sabía que era un shinobi de Amegakure. ¡Joder! —espetó con evidente frustración, viendo cómo se calcinaba el remanente de cigarrillo que había dejado la Kaguya. Quizás era buen momento para empezar a fumar, pensó—. pues si así está la cosa, no podemos simplemente asumir que no vendrán a por mí.
Y no esperaba quedarse de brazos cruzados a esperar que eso sucediera. A que les picara el rabo y se levantaran un día con la idea de cazar al asesino de uno de sus líderes.
¿Sabes algo de los otros siete?
El dibujo del dragón no es un tatuaje, sino un Sello Maldito que se coloca a cada miembro. Este Sello Maldito hace al menos dos cosas: dejar un mensaje para su verdugo; y enviar el rostro de su verdugo al resto de miembros. Quizá, también su nombre, de saberlo. No voy a ponerme a explicarte ahora los entresijos del fuuijuntsu, porque ni yo misma soy experta en ello, pero tenemos constancia de que así funciona. Un juinjutsu que debieron mejorar en los últimos tiempos, pues según tus datos, ahora también carboniza a su propietario una vez muerto. Seguramente para impedir que nadie pueda extraer información de sus cadáveres.
«Mierda, estoy jodido»
—Pues estoy en la jodida paila. La voz sabía que era un shinobi de Amegakure. ¡Joder! —espetó con evidente frustración, viendo cómo se calcinaba el remanente de cigarrillo que había dejado la Kaguya. Quizás era buen momento para empezar a fumar, pensó—. pues si así está la cosa, no podemos simplemente asumir que no vendrán a por mí.
Y no esperaba quedarse de brazos cruzados a esperar que eso sucediera. A que les picara el rabo y se levantaran un día con la idea de cazar al asesino de uno de sus líderes.
¿Sabes algo de los otros siete?