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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#10
Nuevamente, no recibió respuesta alguna. Por el momento no sabría si había respondido bien o mal, no sabría qué errores había tenido, ni tampoco sabría si lo que acababa de responder era una soberana estupidez.

Nada.

Todo volvió a desvanecerse a su alrededor, y cuando volvió a tomar consciencia de sí misma se encontró en una situación muy diferente a la anterior.

Lo primero que sintió fue una dolorosa e incómoda inmovilización en sus muñecas. Su primer instinto fue el de intentar licuar sus brazos para liberarse de aquellas férreas ataduras, pero enseguida comprobó, horrorizada, que no era capaz de hacerlo.

«No... No, no, no, no, no... ¡No! ¡Otra vez no!» Ayame miró a su alrededor, desesperada, y pronto comprobó que no sólo le habían inmovilizado las manos. También le habían anclado las piernas al suelo, le habían cambiado la ropa por una simple camiseta y un pantalón, ambos cortos; y le habían arrebatado todas sus armas.

No podía moverse. No podía realizar técnicas. Y no tenía su armamento para defenderse.

Y, por si fuera poco, se encontraba en plena base del enemigo. Su cerebro lo supo en cuanto miró a su alrededor y sólo encontró las endebles paredes de una tienda de campaña.

Se sobresaltó cuando escuchó a alguien entrando en la tienda. Se trataba de un hombre de cabellos rubios y ojos esmeraldas que arrastraba junto a él a una muchacha con la misma indumentaria que le habían puesto a ella. Una joven que le resultaba terriblemente familiar, de su misma aldea... de la Academia.

—Te pongo en antecedentes, ésta dice que no sabe nada, así que le vamos a cortar una pierna —comenzó a hablar su captor, y Ayame contuvo el aliento, aterrorizada. ¿Había oído bien? ¿Las habían capturado para sacarles información y amenazaba con comenzar a mutilarla?—. Total, son todo beneficios, nos aseguramos de que de verdad no sepa nada y ni te imaginas lo fácil que se vigila a una tullida. Y si sigue sin contestarnos, pues tiraremos a por la otra. Porque solo hay una cosa más fácil de vigilar que una tullida y es una doble tullida. Ahora que sois dos igual podéis echarle un pensamiento. Chicos, agarrad a la tullida, digo, a la genin. Perdón, me he adelantado.

—¡NO! ¡DEJADLA! —Ayame se sorprendió a sí misma gritando y revolviéndose en sus ataduras. Pero era inútil, y su captor lo sabía. La telaraña que había tejido a su alrededor era inexpugnable.

Y, haciendo oídos sordos a sus ruegos, dos hombres más entraron en escena y tomaron a la pobre muchacha mientras el que parecía ser el líder se paseaba por la tienda, recorriendo con sus ojos verdes la multitud de armas que había allí. Ayame palideció terriblemente cuando le vio tomar una sierra dentada... apenas un poco más alta que ella misma.

—Nunca entendí por qué demonios teníamos esta monstruosidad aquí. Es tan... aparatosa que no sirve para el combate. Supongo que va perfecta para hacer una carnicería —dijo, acercándose a la aterrorizada muchacha con intenciones más que claras—. Me han dicho que los Chunin hacen un juramento o alguna mierda así sobre proteger a sus inferiores. Yo voy a lanzar una pregunta al aire, si obtengo una respuesta, saldré de aquí tan contento y sin quitarle ninguna pierna a nadie.

Ayame contuvo la respiración al comprender la situación en la que se encontraba. De eso se trataba, comprendió, la otra chica recibiría la tortura si ella no colaboraba. De ella dependía con cuántas piernas saldría de aquella tienda...

Y, como si pretendiera demostrarle que iba muy en serio con aquello, el hombre bajó la sierra y apoyó los afilados dientes en la pierna expuesta de la muchacha, que ahogó un grito y cerró los ojos en un gesto desesperado.

—¿Quien es el jinchuriki de vuestra villa? Un nombre y un apellido y nadie acabara saliendo por partes de aquí.

BAM.

La pregunta cayó sobre ella como un pesado mazo.

El verdugo aguardaba la respuesta mientras la muchacha lloriqueaba inmovilizada entre los brazos de los dos fortachones. Ayame tragó saliva con esfuerzo, pero sentía la garganta tan seca como la suela de un zapato y sólo consiguió arañarse. Las lágrimas afloraron en sus ojos aterrorizados, que se esforzaban por no mirar a su compañera. Porque sabía que si intercambiaba miradas con ella, estaría perdida para siempre.

¿Pero qué podía hacer?

La identidad del jinchuriki era un secreto de Estado en toda la aldea. Revelarlo sería una condena de absoluta traición...

Y aún así no era eso lo que de verdad le aterrorizaba.

Lo que de verdad le daba miedo era aquel primitivo y egoísta instinto de supervivencia que se había apoderado de ella. Porque ella era el jinchuriki de Amegakure. Y sabía con toda probabilidad que, si se delataba, no se limitarían a cortarle las piernas, sino que acabaría muerta. Tiempo atrás, Shanise le había dicho que debía protegerse a toda costa para proteger a la aldea... ¿Pero guardaría silencio aún a costa de su compañera de aldea?

«Lo siento... Lo siento...» Pensó, aunque la voz de aquel primitivo sentimiento no tardó en complementar aquella disculpa. «De todas maneras, ni siquiera conoces su nombre... No es como si fuera Daruu-kun... o papá... o Kori...»

Se odiaba. Se odiaba profundamente por tener aquellos pensamientos...

—¡E... espera! —suplicó al fin, con la respiración agitada—. Dice... dice la verdad... ella no sabe nada... y yo tampoco... ¡La identidad del jinchuriki es un secreto incluso para los que estamos dentro de la aldea! —se apresuró a añadir, antes de que el captor decidiera actuar—. Sólo Kage-sama y sus personas más cercanas lo saben... Por eso... Por favor... No le hagas nada... No sabemos nada...

Sabía que era terriblemente mala mintiendo, pero tenía que intentarlo. Aquella era la única posibilidad para salir las dos con vida sin traicionar a la aldea.
[Imagen: kQqd7V9.png]
Sprite por Karvistico.


—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.


Mensajes en este tema
RE: [Examen de Chunin] Segunda prueba: Aotsuki Ayame - por Aotsuki Ayame - 23/07/2018, 13:41


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