25/07/2018, 17:51
(Última modificación: 25/07/2018, 17:54 por Uzumaki Eri.)
Cuando terminó de explicar su versión de por qué había hecho, la ilusión volvió a cambiar. Ahora estaba en lo que parecía una tienda gracias a las paredes de tela que la rodeaban, bastante iluminada, y algo en su cabeza se activó: era la base enemiga. Tragó saliva, sintiéndose débil rápidamente, ya que sus manos, incapaces de moverse, estaban inmovilizadas por unas esposas, seguramente de ese modelo que te impedía usar el chakra. No tenía sus ropas normales, ni si quiera sus armas, así que estaba vendida, muy vendida.
Pero antes de empezar a entrar en pánico si quiera, un hombre entró en el lugar y lanzó a otra persona a su lado. Era una kunoichi que parecía en su misma situación, y para su sorpresa, pareció conocerla aunque no sabía bien de qué.
—Te pongo en antecedentes, ésta dice que no sabe nada, así que le vamos a cortar una pierna. Total, son todo beneficios, nos aseguramos de que de verdad no sepa nada y ni te imaginas lo fácil que se vigila a una tullida. Y si sigue sin contestarnos, pues tiraremos a por la otra. Porque solo hay una cosa más fácil de vigilar que una tullida y es una doble tullida. Ahora que sois dos igual podéis echarle un pensamiento. Chicos, agarrad a la tullida, digo, a la genin. Perdón, me he adelantado.
Ella abrió los ojos como platos y miró a su supuesta compañera sin saber muy bien por qué. ¿Qué era lo que buscaban saber? ¿Por qué las tenían allí? ¿Cómo las habían capturado? Lo peor era que iban a comenzar a cortar sus extremidades si no lograban recibir la información que precisaban.
Dos hombres entraron a la tienda y tomaron a la supuesta genin mientras el jefe tomaba una sierra dentada. A Eri le dio un vuelco el corazón, no parecían capaces de echarse hacia atrás ahora y eso la aterraba ligeramente, sobre todo por culpa de la impotencia que sentía. Trató de moverse o intentar deshacerse de las esposas, pero resultó completamente inútil.
—Nunca entendí por qué demonios teníamos esta monstruosidad aquí. Es tan... aparatosa que no sirve para el combate. Supongo que va perfecta para hacer una carnicería. Me han dicho que los Chunin hacen un juramento o alguna mierda así sobre proteger a sus inferiores. Yo voy a lanzar una pregunta al aire, si obtengo una respuesta, saldré de aquí tan contento y sin quitarle ninguna pierna a nadie.
Tragó grueso, con que necesitaba una respuesta para una pregunta, y parecía que tanto ella como la genin podían contestar. Aquí era donde todo se decidía, pero... ¿Qué clase de pregunta? ¿Qué podría contestar ella? Era una genin, o en su defecto, una chuunin; sin embargo, ella no podía compartir información clasificada de su aldea, eso iba contra todo por lo que estaba luchando... ¿Entonces...?
Miró a la joven, que se encontraba muerta de miedo. No dijo nada, y Eri tampoco, solo aguantó su mirada hasta que la muchacha cerró los ojos y ahogó un grito, Eri no pudo evitar soltar un par de lágrimas de rabia, aun sabiendo que aquello era solo una ilusión, pero parecía tan real, tan... Capaz de serlo.
En ese momento fue cuando el jefe disparó la pregunta.
—¿Quien es el jinchuriki de vuestra villa? Un nombre y un apellido y nadie acabara saliendo por partes de aquí.
«No puede ser... ¿cómo lo saben?» Se preguntó, atemorizada, y se mordió el labio hasta hacerlo sangrar, claro que no tenía tiempo que perder... ¡Y tampoco podía delatarlos! ¿Qué decir? La vida de su compañera estaba en juego... Ya no solo era por la pierna que podrían cortarle, si no porque podrían dejarla morir desangrada y luego acabar con su propia vida, claro que su propia vida no significaba más que la de la chica, una pobre genin, poca experiencia, toda una vida por vivir... Sabía a lo que se atenía, sabía que si se encontraban en esa situación lo que tenían que hacer era morir con la información siendo enterrada junto a su cadáver, pero Eri sentía que tenía que salvarla, de alguna manera... Si solo tuviera algo de tiempo...
«¡Tiempo...!»
—¡Soy yo! —exclamó, de carrerilla —. ¡Yo soy la jinchuuriki!
Pero antes de empezar a entrar en pánico si quiera, un hombre entró en el lugar y lanzó a otra persona a su lado. Era una kunoichi que parecía en su misma situación, y para su sorpresa, pareció conocerla aunque no sabía bien de qué.
—Te pongo en antecedentes, ésta dice que no sabe nada, así que le vamos a cortar una pierna. Total, son todo beneficios, nos aseguramos de que de verdad no sepa nada y ni te imaginas lo fácil que se vigila a una tullida. Y si sigue sin contestarnos, pues tiraremos a por la otra. Porque solo hay una cosa más fácil de vigilar que una tullida y es una doble tullida. Ahora que sois dos igual podéis echarle un pensamiento. Chicos, agarrad a la tullida, digo, a la genin. Perdón, me he adelantado.
Ella abrió los ojos como platos y miró a su supuesta compañera sin saber muy bien por qué. ¿Qué era lo que buscaban saber? ¿Por qué las tenían allí? ¿Cómo las habían capturado? Lo peor era que iban a comenzar a cortar sus extremidades si no lograban recibir la información que precisaban.
Dos hombres entraron a la tienda y tomaron a la supuesta genin mientras el jefe tomaba una sierra dentada. A Eri le dio un vuelco el corazón, no parecían capaces de echarse hacia atrás ahora y eso la aterraba ligeramente, sobre todo por culpa de la impotencia que sentía. Trató de moverse o intentar deshacerse de las esposas, pero resultó completamente inútil.
—Nunca entendí por qué demonios teníamos esta monstruosidad aquí. Es tan... aparatosa que no sirve para el combate. Supongo que va perfecta para hacer una carnicería. Me han dicho que los Chunin hacen un juramento o alguna mierda así sobre proteger a sus inferiores. Yo voy a lanzar una pregunta al aire, si obtengo una respuesta, saldré de aquí tan contento y sin quitarle ninguna pierna a nadie.
Tragó grueso, con que necesitaba una respuesta para una pregunta, y parecía que tanto ella como la genin podían contestar. Aquí era donde todo se decidía, pero... ¿Qué clase de pregunta? ¿Qué podría contestar ella? Era una genin, o en su defecto, una chuunin; sin embargo, ella no podía compartir información clasificada de su aldea, eso iba contra todo por lo que estaba luchando... ¿Entonces...?
Miró a la joven, que se encontraba muerta de miedo. No dijo nada, y Eri tampoco, solo aguantó su mirada hasta que la muchacha cerró los ojos y ahogó un grito, Eri no pudo evitar soltar un par de lágrimas de rabia, aun sabiendo que aquello era solo una ilusión, pero parecía tan real, tan... Capaz de serlo.
En ese momento fue cuando el jefe disparó la pregunta.
—¿Quien es el jinchuriki de vuestra villa? Un nombre y un apellido y nadie acabara saliendo por partes de aquí.
«No puede ser... ¿cómo lo saben?» Se preguntó, atemorizada, y se mordió el labio hasta hacerlo sangrar, claro que no tenía tiempo que perder... ¡Y tampoco podía delatarlos! ¿Qué decir? La vida de su compañera estaba en juego... Ya no solo era por la pierna que podrían cortarle, si no porque podrían dejarla morir desangrada y luego acabar con su propia vida, claro que su propia vida no significaba más que la de la chica, una pobre genin, poca experiencia, toda una vida por vivir... Sabía a lo que se atenía, sabía que si se encontraban en esa situación lo que tenían que hacer era morir con la información siendo enterrada junto a su cadáver, pero Eri sentía que tenía que salvarla, de alguna manera... Si solo tuviera algo de tiempo...
«¡Tiempo...!»
—¡Soy yo! —exclamó, de carrerilla —. ¡Yo soy la jinchuuriki!