3/08/2018, 20:52
La kunoichi se masajeó los párpados. No parecía que hubiera nada ni nadie sospechoso en el río, en la orilla ni en el área colindante. Hasta el propio Akame-sensei se mostró tan confuso como ella; una faceta de él, más humana, que hasta ese momento la pelivioleta nunca había presenciado.
—No... no tengo ni idea... ¿nos pusimos a meditar, no? —preguntó. Necesitaba asegurarse—. Pero... pero estábamos en la orilla... ¿no?
Su voz lo dejaba claro: estaba perpleja, incluso un poco perturbada. No quería barajar la posibilidad de que acabaran de vivir una experiencia paranormal pero la idea estaba ahí.
Se alzó, un poco insegura, pero sin problemas. Estaba empapada.
—No... no tengo ni idea... ¿nos pusimos a meditar, no? —preguntó. Necesitaba asegurarse—. Pero... pero estábamos en la orilla... ¿no?
Su voz lo dejaba claro: estaba perpleja, incluso un poco perturbada. No quería barajar la posibilidad de que acabaran de vivir una experiencia paranormal pero la idea estaba ahí.
Se alzó, un poco insegura, pero sin problemas. Estaba empapada.