8/08/2018, 02:14
Morderse la lengua había sido una decisión, dentro de todo, premeditada. No así el ahogarse con su propia sangre hasta perder, hipotéticamente, la vida.
Había oído historias de grandes mártires que renegaron de su propia habla a fin de no desvelar algún secreto de Estado, y el nombre de la guardiana de Amegakure lo era. Así que para él era un ganar y ganar, a excepción de su "muerte".
Tuvo la suerte, quizás, de que ya había padecido una situación similar días atrás. Y también a través de un genjutsu. Que se lo preguntaran a Uchiha Datsue, sino.
—Admito que tienes huevos —admitió el examinador, que poco se había molestado en halagar al tiburón sino hasta preciso instante. Él, por su parte, se acariciaba el cuello y se debatía entre el sabor amargo a hierro que le golpeteaban las papilas gustativas, muy a pesar de que realmente nunca tragó sangre—. bueno, en tu jerga serán agallas, supongo. Antes de que te escames, has roto la pauta del Genjutsu. Así que tendrás que hacer la justificación en tiempo real. Supongo que nadie imaginó que alguien se suicidaría, gente con poca imaginación. Empieza, va, despues la pregunta y cada uno a su acuario.
Kaido tragó saliva. Le costó un par de segundos poder hablar.
—La vida de un genin que esté bajo el mando de un superior es una responsabilidad que en circunstancias normales un chunin no debe olvidar, y por la cuál tendría que velar siempre. Pero ésta situación en particular era un hecho excepcional donde una filtración de información podía cobrarse más vidas que la de dos simples soldados. Por eso opté por descartarnos como fichas. Supiera o no la información, tenía que evitar el punto en el que la tortura me obligase a soltar letra sin mi consentimiento. O incluso que alguno pudiera hurgar en mi cabeza a través de un genjutsu, o algo del estilo.
»Aceptar la muerte era la solución más evidente para eliminar el riesgo que traía consigo la captura, y información que el enemigo buscaba encontrar.
Y en cuanto terminó, no parpadeó más. Se quedó mirando fijo al examinador, en silencio, mientras trataba de recuperar su tan usual compostura. ¿La pregunta? realmente no tenía ninguna, aunque realmente esperaba que el examinador se la increpase para él evaluar los por qué de aquella posibilidad. Después de todo, que la predisposición de poder preguntar algo existiese tenía que tener de por sí un propósito.
El tema: saber cuál.
Había oído historias de grandes mártires que renegaron de su propia habla a fin de no desvelar algún secreto de Estado, y el nombre de la guardiana de Amegakure lo era. Así que para él era un ganar y ganar, a excepción de su "muerte".
Tuvo la suerte, quizás, de que ya había padecido una situación similar días atrás. Y también a través de un genjutsu. Que se lo preguntaran a Uchiha Datsue, sino.
—Admito que tienes huevos —admitió el examinador, que poco se había molestado en halagar al tiburón sino hasta preciso instante. Él, por su parte, se acariciaba el cuello y se debatía entre el sabor amargo a hierro que le golpeteaban las papilas gustativas, muy a pesar de que realmente nunca tragó sangre—. bueno, en tu jerga serán agallas, supongo. Antes de que te escames, has roto la pauta del Genjutsu. Así que tendrás que hacer la justificación en tiempo real. Supongo que nadie imaginó que alguien se suicidaría, gente con poca imaginación. Empieza, va, despues la pregunta y cada uno a su acuario.
Kaido tragó saliva. Le costó un par de segundos poder hablar.
—La vida de un genin que esté bajo el mando de un superior es una responsabilidad que en circunstancias normales un chunin no debe olvidar, y por la cuál tendría que velar siempre. Pero ésta situación en particular era un hecho excepcional donde una filtración de información podía cobrarse más vidas que la de dos simples soldados. Por eso opté por descartarnos como fichas. Supiera o no la información, tenía que evitar el punto en el que la tortura me obligase a soltar letra sin mi consentimiento. O incluso que alguno pudiera hurgar en mi cabeza a través de un genjutsu, o algo del estilo.
»Aceptar la muerte era la solución más evidente para eliminar el riesgo que traía consigo la captura, y información que el enemigo buscaba encontrar.
Y en cuanto terminó, no parpadeó más. Se quedó mirando fijo al examinador, en silencio, mientras trataba de recuperar su tan usual compostura. ¿La pregunta? realmente no tenía ninguna, aunque realmente esperaba que el examinador se la increpase para él evaluar los por qué de aquella posibilidad. Después de todo, que la predisposición de poder preguntar algo existiese tenía que tener de por sí un propósito.
El tema: saber cuál.