8/08/2018, 17:58
Y de nuevo, a cambiar de escenario. Era como si estuviese en una obra de teatro, cuyo decorado cambiaba cada vez que cerraban y abrían las cortinas.
Ahora se encontraba en el interior de una tienda, que le recordó a aquella primera ilusión realizada por Uchiha Raito en la primera prueba del examen Chūnin. Las esposas supresoras de chakra, sin embargo, le recordó a aquella vez que estuvo encerrado en un calabozo en el Cañón del Secuestrado. Recuerdos malos, sin duda, como también lo era la ilusión.
Por mucho que supiese que no era real, a Datsue no le costó nada meterse en situación. Estaba atrapado, junto a un compañero, y o decía el nombre del jinchuriki o este lo pagaría con su pierna.
Datsue enseñó las palmas de las manos, pidiendo calma, y balbuceó con nerviosismo:
—P-por favor, ¡u-un momento! ¡Tiene que haber otra manera!
¿Decir el nombre del jinchuriki? Sabía que no podía hacerlo. Ya no solo porque se esperase eso de él, sino porque él era el jodido jinchuriki. Era como suicidarse. Por tanto, solo había una opción. En realidad, siempre era la misma.
Mentir.
—¡No, joder, no! —exclamó con rabia, con los ojos anegados en lágrimas, cuando vio la sierra acariciando la piel de su compatriota—. Joder… ¡Joder!
Forcejeó con las esposas. Tiró de ellas hasta dejarse las muñecas en ellas. Chilló. Pataleó. Cayó de rodillas. Su cabeza se hundió. Sus hombros se sacudieron en un silente llanto. Toda una teatralización, una de sus mejores actuaciones para justificar lo que estaba a punto de hacer.
—El nombre… Su nombre es… —miraba al suelo, como si estuviese demasiado avergonzado de sí mismo como para erguir la mirada—. Uzumaki Ayumu. —murmuró—. ¡Uzumaki Ayumu, joder! ¡Y ahora cumplid vuestra parte, hijos de puta!
Ahora se encontraba en el interior de una tienda, que le recordó a aquella primera ilusión realizada por Uchiha Raito en la primera prueba del examen Chūnin. Las esposas supresoras de chakra, sin embargo, le recordó a aquella vez que estuvo encerrado en un calabozo en el Cañón del Secuestrado. Recuerdos malos, sin duda, como también lo era la ilusión.
Por mucho que supiese que no era real, a Datsue no le costó nada meterse en situación. Estaba atrapado, junto a un compañero, y o decía el nombre del jinchuriki o este lo pagaría con su pierna.
Datsue enseñó las palmas de las manos, pidiendo calma, y balbuceó con nerviosismo:
—P-por favor, ¡u-un momento! ¡Tiene que haber otra manera!
¿Decir el nombre del jinchuriki? Sabía que no podía hacerlo. Ya no solo porque se esperase eso de él, sino porque él era el jodido jinchuriki. Era como suicidarse. Por tanto, solo había una opción. En realidad, siempre era la misma.
Mentir.
—¡No, joder, no! —exclamó con rabia, con los ojos anegados en lágrimas, cuando vio la sierra acariciando la piel de su compatriota—. Joder… ¡Joder!
Forcejeó con las esposas. Tiró de ellas hasta dejarse las muñecas en ellas. Chilló. Pataleó. Cayó de rodillas. Su cabeza se hundió. Sus hombros se sacudieron en un silente llanto. Toda una teatralización, una de sus mejores actuaciones para justificar lo que estaba a punto de hacer.
—El nombre… Su nombre es… —miraba al suelo, como si estuviese demasiado avergonzado de sí mismo como para erguir la mirada—. Uzumaki Ayumu. —murmuró—. ¡Uzumaki Ayumu, joder! ¡Y ahora cumplid vuestra parte, hijos de puta!
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado