26/08/2018, 02:01
Su puerta se abrió súbitamente, y él nadó. Pavonéandose desde la sala de espera hasta el centro del campo de batalla como el tiburón que se sabe en su océano, lo que se antojaba bastante curioso teniendo en cuenta que allí no había una pizca de agua; sino un sinfín de losas de concreto que acabaron en un campo de unos quince metros de diámetro, rodeado de altísimos muros que protegían a los cientos de espectadores de alguna catástrofe.
El rostro de tiburón lucía apacible. Con un aspecto neutral, más allá de aquella sonrisa socarrona que brillaba siempre en sus labios. Era su marca registrada y nunca salía a un encuentro como aquel sin ella. Él estaba plenamente convencido de que era su mejor aliada. Junto a Nokomizuchi, claro, que bien le había estado acompañando desde hacía un buen tiempo.
Finalmente, se vio obligado a detenerse. Frente a él yacía Inoue Keisuke, un genin de su generación con el poco había interactuado de tú a tú, salvo durante el fatídico viaje al Torneo de los Dojos. No sabía demasiado acerca de él y de sus habilidades, así que para el tiburón fue una prioridad tomarse aquel combate como si estuviera luchando contra el mismísimo cabeza de dragón. ¿Estarían ellos por allí? ¿algún dragón rojo entre los espectadores?
No supo si sentirse excitado o asustado por esa ínfima posibilidad.
Finalmente, su oponente le recibió con unas palabras que rompieron el silencio sepulcral que había invadido el coliseo, aunque se dejaban entrever las increpas de algunos espectadores sobre él y su color.
—No esperaba que nos tocara enfrentarnos en esta situación.
«¿Y en qué otra situación nos hubiéramos enfrentado, jodido estúpido?»
—Parece ser que estas causando furor entre los espectadores.
Kaido alzó sus manos y formó el jodido sello, por extraño que fuera para él cumplir con ese tipo de protocolos.
—Ya verás qué pasa con ese furor cuando te patee el culo, mi buen Keisuke.
Deshizo el sello y asumió una posición de combate.
El rostro de tiburón lucía apacible. Con un aspecto neutral, más allá de aquella sonrisa socarrona que brillaba siempre en sus labios. Era su marca registrada y nunca salía a un encuentro como aquel sin ella. Él estaba plenamente convencido de que era su mejor aliada. Junto a Nokomizuchi, claro, que bien le había estado acompañando desde hacía un buen tiempo.
Finalmente, se vio obligado a detenerse. Frente a él yacía Inoue Keisuke, un genin de su generación con el poco había interactuado de tú a tú, salvo durante el fatídico viaje al Torneo de los Dojos. No sabía demasiado acerca de él y de sus habilidades, así que para el tiburón fue una prioridad tomarse aquel combate como si estuviera luchando contra el mismísimo cabeza de dragón. ¿Estarían ellos por allí? ¿algún dragón rojo entre los espectadores?
No supo si sentirse excitado o asustado por esa ínfima posibilidad.
Finalmente, su oponente le recibió con unas palabras que rompieron el silencio sepulcral que había invadido el coliseo, aunque se dejaban entrever las increpas de algunos espectadores sobre él y su color.
—No esperaba que nos tocara enfrentarnos en esta situación.
«¿Y en qué otra situación nos hubiéramos enfrentado, jodido estúpido?»
—Parece ser que estas causando furor entre los espectadores.
Kaido alzó sus manos y formó el jodido sello, por extraño que fuera para él cumplir con ese tipo de protocolos.
—Ya verás qué pasa con ese furor cuando te patee el culo, mi buen Keisuke.
Deshizo el sello y asumió una posición de combate.