30/08/2018, 19:31
No estaba acojonado. Solo era sana precaución. Mi perro llevaba una semana repitiéndome día y noche que nos habíamos encontrado con la tal Aotsuki Ayame y ella se había puesto muy burra, burra en plan bijuu. Sin embargo, nadie más sabía nada del tema ni les sonaba haber visto a nadie destrozar nada. Y aunque yo, por si acaso, había empezado a llevar un diario por si volvían a borrarme la mente. Sí que era cierto que tenía unas horas en blanco y tenía las manos pegajosas de haberme comido un helado que no recordaba haberme comido.
La cuestión era que adentrarme hasta mi sitio secreto, que era todo tranquilidad, por culpa de aquella historieta no me parecía del todo seguro. Era un lugar demasiado tranquilo, demasiado apartado, podría volver a rematar la faena. ¿Cómo había encontrado ella aquel lugar? ¿Qué había planeado? Estaba claro que me tenían en el punto de mira, debía practicar una cautela digna de las mejores épocas de los ninjas. Lo cual se traducía en sentarse en uno de los bancos que había cerca del camino principal que estaba hasta los topes gracias a todos los ninjas de otras villas que se hospedaban actualmente en Uzushiogakure.
Helado en mano y disfrutando del fresquito que éste me proporcionaba pasaba la tarde, con mi perro sentado en el espacio del banco que yo no ocupaba, para asegurar el perímetro.
La cuestión era que adentrarme hasta mi sitio secreto, que era todo tranquilidad, por culpa de aquella historieta no me parecía del todo seguro. Era un lugar demasiado tranquilo, demasiado apartado, podría volver a rematar la faena. ¿Cómo había encontrado ella aquel lugar? ¿Qué había planeado? Estaba claro que me tenían en el punto de mira, debía practicar una cautela digna de las mejores épocas de los ninjas. Lo cual se traducía en sentarse en uno de los bancos que había cerca del camino principal que estaba hasta los topes gracias a todos los ninjas de otras villas que se hospedaban actualmente en Uzushiogakure.
Helado en mano y disfrutando del fresquito que éste me proporcionaba pasaba la tarde, con mi perro sentado en el espacio del banco que yo no ocupaba, para asegurar el perímetro.
—Nabi—