30/08/2018, 19:43
Era temprano. Demasiado temprano. De hecho, la noche apenas había acabado así que minutos antes hubiera sido muy tarde, pero como el Sol empezaba a asomar ya era temprano. En cualquier caso, estaba corriendo por la costa de Uzushiogakure aprovechando los primeros rayos de luz y la ausencia de personas en la playa.
Últimamente era un horror todo. La villa estaba abarrotada de gente a todas horas, gente al mediodía, gente por la tarde y gente por la noche. Por suerte, esa gente también dormía ahora, mientras yo me dedicaba a tonificar mis piernas y dejar mis huellas en la húmeda arena. Llevaba una camiseta carmesí de manga corta y un pantalón negro corto, además de las típicas sandalias shinobi que empezaban a estar compuestas más por arena que por sandalia en sí.
Finalmente, decidí sentarme cerca de la orilla. Había dejado a mi perro, Stuffy, en casa porque madrugar era difícil para él. De todas formas, un Inuzuka no puede ir siempre pegado a su perro, hay días en los que tiene que salir, airearse para intentar quitarse el olor a perro, fracasar, negar su fracaso autoengañandose y, finalmente, aceptar su fracaso y que siempre olerá a perro.
No faltaba mucho para que la playa se pusiese a reventar de gente, así que tenía que disfrutar al máximo de la tranquilidad del lugar antes de volver a casa y desayunar fuerte para recuperar lo quemado.
Últimamente era un horror todo. La villa estaba abarrotada de gente a todas horas, gente al mediodía, gente por la tarde y gente por la noche. Por suerte, esa gente también dormía ahora, mientras yo me dedicaba a tonificar mis piernas y dejar mis huellas en la húmeda arena. Llevaba una camiseta carmesí de manga corta y un pantalón negro corto, además de las típicas sandalias shinobi que empezaban a estar compuestas más por arena que por sandalia en sí.
Finalmente, decidí sentarme cerca de la orilla. Había dejado a mi perro, Stuffy, en casa porque madrugar era difícil para él. De todas formas, un Inuzuka no puede ir siempre pegado a su perro, hay días en los que tiene que salir, airearse para intentar quitarse el olor a perro, fracasar, negar su fracaso autoengañandose y, finalmente, aceptar su fracaso y que siempre olerá a perro.
No faltaba mucho para que la playa se pusiese a reventar de gente, así que tenía que disfrutar al máximo de la tranquilidad del lugar antes de volver a casa y desayunar fuerte para recuperar lo quemado.
—Nabi—